En época
de mundial, las marcas deportivas sacan toda su artillería publicitaria. Esta
semana circuló en las redes el nuevo comercial de una de ellas, en el que se
disputa un partido de fútbol callejero, que poco a poco se traslada a un
estadio lleno de público y en el que los chicos del barrio se convierten en las
grandes figuras del fútbol mundial: Cristiano,
Neymar, Rooney, Ibrahimović, Piqué, Higuaín, Mario Götze, Hazard, Thiago
Silva, Pirlo, David Luiz, Iniesta,
Courtois, y Howard. Dos detalles me llamaron la atención: que no hubiera ningún
colombiano y que nuevamente el fútbol espectáculo sea el leitmotiv de la campaña. Lo primero lo dejo como curiosidad; de lo
segundo sí quiero hablar, pues es triste que el fútbol arte ya solo se vea en
la ficción.
En el comercial, todos los jugadores hacen gala de una técnica depurada.
Se ven como “naturales” las rabonas, las gambetas, los sombreros, las paradas
de pecho, los tacos y todo tipo de
acciones espectáculo, de lujos; de esos que escasean en los juegos de
competencia donde participan esos mismos jugadores. Claro, recordemos que se
trata de un comercial, de una puesta en escena, de una historia “preparada”.
Obviamente, si los actores, en este caso los jugadores, no fueran capaces de
hacer esas acciones acrobáticas, el comercial no podría hacerse. Sin embargo,
insisto, ese fútbol exquisito ya solo se ve en la ficción; lejos estamos de
volverlo a ver en los estadios, sea cual sea el campeonato.
Hay excepciones, claro está. Son las que hacen la norma. La de esta
semana, por ejemplo, nos la ofreció Ronaldinho en el Atanasio Girardot, en
Medellín, en el juego de Copa Libertadores entre Nacional y Mineiro. Recibió de
espaldas, aguantó la pelota, pasó por encima de ella, hizo un giro de casi 360°
sobre su eje, hizo trastabillar a Alex Mejía que lo quería marcar y terminó la
jugada con un pase perfecto para Fernandinho; un lujo de esos que son propios
del volante brasilero; una jugada que le dio la vuelta al mundo por
espectacular… y por escasa.
Ese tipo de jugadas nos gustan a los románticos del juego, nos
emocionan, nos sacan aplausos. Sean de
quien sean, siempre serán jugadas admiradas. Obviamente, para el fanático, para
los “tácticos” y para los resultadistas (que son demasiados) lo importante
serán la victoria, los puntos y los
títulos; no las jugadas.
Lastimosamente, en estos tiempos en que el mundo le apunta a una
competitividad salvaje, el resultado es el único objetivo. Lástima. Eso ha
hecho que los jugadores buenos hagan solo para comerciales lo que más les gusta
hacer. También, ha hecho que al para el aficionado lo importante sea
ganar; y muchas veces, ganar como sea.
Tal vez, el día en que las jugadas de los comerciales desaparezcan totalmente
de las canchas la nostalgia llevará a los resultadistas a reclamarlas como
necesarias.