martes, 26 de mayo de 2015

¿De qué está hecho Contador?


Hace ocho días lo vimos caer, recibir la camiseta sin poder mover la mano, entrar a una ambulancia, salir una hora después con muestras de dolor con un diagnóstico de luxación de hombro y declarando que iba a esperar la evolución en la noche para saber di podía seguir en competencia. Hace tres días lo vimos en el piso, involucrado en una caída que le costó el liderato y diciendo que le dolía mucho la pierna. Hoy lo vemos sólido como líder del Giro, defendiendo su camiseta rosa y subiendo sin dificultad. ¿De qué está hecho Alberto Contador?

Para ser ciclista hay que tener un umbral del dolor muy alto, o incluso, no tenerlo. Verlos en acción luego de caídas y golpes no solo causa admiración sino también sorpresa, y en muchos, hasta desconfianza. Hasta llegamos a dudar esta semana  de la luxación o el dolor en la pierna de Contador.

El español es sin lugar a dudas uno de los mejores pedalistas de ruta en el mundo. Ya acumula 6 victorias en grandes vueltas y en Italia está rodando hacia su séptimo título. El oscuro episodio del 2010 en el que salió positivo en el Tour quedó atrás como un lunar en su carrera, y lo hecho en el Giro, calificable solo  como hazaña, demuestra que sigue siendo uno de los más grandes del lote ciclístico internacional, y que si algo tiene como deportista es coraje para correr en medio de la adversidad. Hace ocho días se decía que con una luxación de hombro sería un milagro que terminara el Giro, hoy, con luxación y todo, el milagro sería que otro ciclista anduviera mejor que él en el Giro.

Algunos se quedarán aferrados al mal momento del 2010 para demeritar lo que hace el hijo más ilustre de Pinto. Claro, se creen humanos perfectos y les cuesta entender que los demás tenemos debilidades. Otros, que lo cuestionamos en su momento por el error, le admiramos su entereza para volver a ser un gran ciclista  y lo disfrutamos mientras devora cada kilómetro, inclinado  hacia la izquierda por el dolor que todavía guarda en su hombro. 


Contador en Italia va camino a la hazaña y acumula puntos para que lo miremos como leyenda. ¿De qué está hecho?, sencillo: de lo mismo que todos los ciclistas. De amor obsesivo por lo que hace. 

sábado, 23 de mayo de 2015

Desolación futbolera, desolación social


La sanción de la Conmebol al Boca Juniors no dio ni rabia, no dio ni risa; solo dio desconsuelo. Los que pensamos el jueves viendo lo que pasó en el partido que el fútbol había tocado fondo nos equivocamos, faltaba que los directivos lo hundieran aún más con una decisión ridícula y absurda.
 
Para anunciar la sanción, la Confederación Suramericana hizo una campaña exagerada de expectativa, promocionando sus redes y su página web; y la esperada resolución terminó ser un castigo blando, sutil, con énfasis en una multa que solo servirá para engrosar las cuentas bancarias de la entidad.

Queda claro que a los señores que manejan el fútbol en Suramérica solo les interesan dos cosas: el dinero y el show. Bueno, no solo a ellos. A muchos de nuestros mal llamados "dirigentes" del deporte les interesan únicamente esas dos cosas. Ejemplos sobran.

Hasta aquí no he dicho nada nuevo. Solo le he dado forma en texto a la desolación que sentimos con estos hechos quienes queremos entender el deporte como un fenómeno social que va más allá del negocio y de la competencia y vemos en él otras aristas más útiles para la sociedad. Después de esta semana, vamos perdiendo por goleada.

Lo del Boca-River del jueves y la farsa de la Conmebol tres días después nos mostró el deterioro, en la cancha y en el escritorio, que ha sufrido el fútbol en los últimos años. No hay valores, se perdió la equidad, no se puede hablar de justicia. El fútbol cada vez más queda reducido a  la acción de ganar como sea, sin importar la forma, el precio que haya qué pagar; sin importar cómo ni a costa de qué, o de quién. Lo que pasó en el partido y la estúpida decisión posterior fueron hechos que validaron y dieron licencia para que sea así.


Tan bajo cayó el fútbol que la consigna es que si tu equipo no puede ganar debes hacer lo que sea, sin importar qué, para que el rival tampoco lo pueda hacer. Deprimente. Y mucho más, que quienes manejan "el negocio" acoliten esta idea. Qué sinvergüenzas. Claro, si miramos alrededor lo vamos a entender. Las suramericanas, somos sociedades del engaño, de la prebenda, de la turba, sociedades lanza-gases, sin control y con unos dirigentes estilo Conmebol. 

martes, 5 de mayo de 2015

La pelea de todos


Hermoso encanto tiene el deporte: no es de nadie y es patrimonio de todos. No se necesita saber para hablar de él. No tiene que gustarle a quien lo mira. No distingue clase, nivel económico o raza. No nos pone de acuerdo nunca. Tiene que ver con todas las demás actividades humanas. Nos divide por el resultado pero nos une alrededor de identidades momentáneas o permanentes. Nos pone a "botar escape" en redes y bares. Es un fenómeno universal.

La pelea del sábado, por ejemplo, es una muestra de la importancia que ha alcanzado el deporte como fenómeno social, como negocio, como espectáculo y quien lo creyera, hasta como competencia deportiva.

Daba gusto, y un poco de risa lo confieso, leer en las redes los mensajes y análisis de los “intelectualoides” del país escarbando en una vieja e insulsa polémica sobre la validez del boxeo como deporte; gastaron palabras necias mientras por encima de sus lentes clavaban la mirada en el segundo o tercer asalto de la pelea. Leí también a aficionados de ocasión cargando sus duras críticas a los jueces por el resultado entregado; sin saber siquiera cómo se llena una tarjeta y cuáles son los criterios de calificación. Ni hablar de los comentarios racistas contra el campeón, las apologías religiosas a Pacquiao, o las remembranzas a Alí con comparaciones atemporales y forzadas para tratar de explicar “por qué el boxeo ya no es el de antes”.

Al final, fuimos muchísimos los que vimos la pelea; ese en el fondo era el objetivo del negocio. La mayoría terminaron de hinchas de Pacquiao; gracias a la solidaridad con el perdedor o la identidad con el más humilde que son propias de la actividad deportiva. Para casi todos la pelea no fue tan buena y quedó debiendo; ahí es donde aflora el concepto de espectáculo como aquello hecho para ser visto primando sobre las normas o la estrategias de competencia. Solo algunos estudiosos de este deporte, los que sí saben de boxeo, los que lo han estudiado, conocen sus reglas y lo han seguido por años, en el round a round nos fueron explicando como Mayweather labró su victoria... Y claro, se ganaron los insultos de ocasión. Explicar desde el conocimiento, sin apasionamientos desmedidos y enceguecedores, parece ya no tener mucho eco en la sociedad.


El deporte es de todos, es universal y tenemos derecho a verlo y a opinar; pero va siendo hora de mirarlo más allá del esnobismo de ocasión o de la pasión desenfrenada. Es un derecho verlo; pero es un deber saber de él. Con seguridad se disfruta más.