Cuando ganan Quintana, Urán
o Arredondo ganamos todos, gana Colombia entera; sin privilegios y sin excepciones.
Los triunfos de los deportistas nacionales no pertenecen a nadie en particular:
ni a los políticos, ni a los periodistas, ni a los patrocinadores, ni a los dirigentes,
ni a una región en especial, y aunque suene cruel, ni siquiera a las familias
de los deportistas o a ellos mismos.
La identidad con el
ídolo es un fuerte y poderoso factor inherente al deporte, al punto que ninguna
otra actividad humana logra los niveles de identificación que éste consigue
cuando los resultados son positivos, como ocurre ahora con los pedalistas
nacionales. Además, en nuestro caso son
tan escasos los referentes que nos enorgullecen colectivamente que una victoria
como la del Giro despierta un fervor patrio inigualable.
Puede que suene a
argumento baladí, pero hay un elemental detalle del lenguaje en estas victorias
que no puedo dejar pasar desapercibido. Hoy cualquier colombiano, lejos de
gustarle o no el ciclismo, de haber
seguido en detalle la carrera o no, se refiere a los héroes del Giro con formas
tan familiares como “Rigo” o “Nairo”, con posesivos como “nuestros ciclistas”,
y con plurales como “ganamos”, “somos campeones”, que demuestran apropiación
total del título conseguido por ellos.
Tener una identidad,
afirma Victoria Camps, “ssignifica diferenciarse de la vulgaridad
indiferenciada”. Ahí es donde cobra valor simbólico un triunfo o una derrota de
un deportista. No ganó el ciclista, no ganó Quintana, “ganamos” todos,
absolutamente todos. Ahí está la gracia
del deporte.
No es el momento de
salir a cobrar. No le queda bien a nadie aprovecharse del fervor y de la alegría
provocadas por la histórica victoria salir a reclamar el triunfo como propio.
Así hubieran hecho algo importante y aportante para el 1 – 2 en el Giro, suena
impertinente, disonante, fuera de foco y hasta fastidioso salir a decir que
tienen parte importante. Ni siquiera los ciclistas, que finalmente fueron los
que hicieron el esfuerzo, lo expresaron
así. Ellos, con su característica humildad, pluralizaron su victoria
individual, se la dedicaron a todos los colombianos y la volvieron nacional.
En medio del caos
político, de las dificultades sociales, de los problemas económicos, de la
crisis de valores, de la inseguridad en las ciudades, de las envidias de
algunos periodistas, de la guerra de marcas entre los patrocinadores, de los
gustos particulares de cada población o región y de la terrible inequidad en el
campo, el único placer que disfrutamos
en colectivo, en Colombia, es el que nos brinda el deporte. Somos un país que necesita
del deporte para enriquecer su colectivo moral, para alegrar su vida y sobre
todo, para ver la vida color rosa en medio de su dureza.
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