martes, 29 de julio de 2014

Lo de Mariana no fue gol, ¡fue un golazo!

Lo de Mariana no fue gol, ¡fue un golazo!

Mariana Pajón tiene la facilidad de hacer emocionar a Colombia cada que corre. Tiene la capacidad para ganar cada que compite. Y tiene la versatilidad de arrancarnos una sonrisa cada que habla. Las tres cosas las hizo ayer en la pista de Rotterdam en cuestión de segundos.

A la medallista olímpica, que lo ha ganado todo, le faltaba solamente un trofeo en su casa: un título mundial en la categoría élite en la prueba de grupo. El año pasado ganó el oro en Nueva Zelanda, pero en la modalidad contra reloj, y en la carrera final un problema con el pedal en la salida le dejó una "una espinita" para sacarse lo antes posible. Y así fue. El domingo cuadró caja. Salió a la pista de Rotterdam por el título que no tenía y completó la colección. Ganó, hizo llover lágrimas de emoción y al final, en la entrevista para el mundo, nos arrancó una sonrisa con el apunte viral: era gol de Yepes.

Confieso que para mí lo de Yepes ya es una simple anécdota. Para mí había fuera de lugar y punto. No voy a discutir más el asunto. Eso sí, reconozco que lo de Mariana, al traer la frase a colación, es un verdadero golazo, que solo demuestra que nuestra campeona está metida en la dinámica, en la actualidad y por qué no, en el folclore del país. Es un golazo por lo oportuno, lo brillante y lo cómico. Pocas veces he visto algo ingenioso en boca de un deportista al final de un esfuerzo máximo y en medio de la emoción por una victoria.

A veces les pedimos demasiado a nuestros deportistas. A veces les prometemos demasiado y no les cumplimos. Y no estoy hablando de la pista de Supercross que públicamente le anunció el gobierno nacional hace ya 2 años. Más bien hago referencia a que queremos que ganen, que sean ejemplares, que se rían, que nos den entrevistas, que se tomen fotos, que vayan a cuánto evento social hay, que firmen autógrafos y que nos regalen su tiempo y su fama. Queremos tenerlos cerquita, porque los sentimos muy nuestros. No debería ser así, pero es el precio de su condición de ídolos, y la mayoría lo entienden. A los campeones como Mariana no deberíamos pedirles tanto, sino agradecerles todo. Que icen la bandera en el mundo ¡ya es demasiado! Claro que si a los títulos le suman esos apuntes de genio, de poeta o de loco, ya no solo toca agradecerles sino aplaudirles hasta la inmortalidad.

Mariana tiene la facilidad  para pedalear como la mejor del mundo, la facilidad para contagiarnos de esa mentalidad ganadora que muchas veces nos falta a los colombianos, y la capacidad intelectual para recoger el sentir de todo el país. Campeona en todo. Así lo de Yepes no haya sido gol, lo de Mariana es un golazo mundialista. Y así en Medellín, dos años después de una promesa, no se haya movido una sola "palada" de tierra para construir la pista. ¡Gracias campeona! 

martes, 22 de julio de 2014

¡Qué Triple… salto el de Caterine!


El salto de Caterine Ibarguen admite calificativo de hazaña. Creo que el país no ha dimensionado los 32 centímetros que le agregó a su marca personal. No hemos entendido el significado de los 15 metros con 31 centímetros que alcanzó esta semana en Mónaco. No solo emociona y llena de orgullo, como tantos títulos, resultados y medallas logradas recientemente por los deportistas nuestros; sino que técnicamente puede ser el logro deportivo más importante de Colombia en los últimos 5 años.

Explicarlo puede ser tan complejo como alcanzar esa distancia para Caterine. Ella llevaba cuatro años intentando pasar los 15 metros, desde el 2011 cuando registró en Bogotá los 14,99 que significaban su marca personal y el record suramericano. En el 2012, a tres meses de los Juegos Olímpicos, saltó 14,95 en Medellín, distancia que fue la mejor marca del año. En el 2013 los 14,87 en la Liga Diamante la volvieron a obsesionar. Aunque lo buscó muchas veces, los 15 metros parecían una barrera que silenciosamente ejercía presión contra la atleta colombiana; y también contra sus rivales. Basta con revisar los registros para descubrir que en los últimos seis años, ninguna deportista en el mundo había superado esa distancia.

Es difícil hacer analogías con los logros deportivos de Caterine en los últimos dos años. La medalla olimpica en el 2012, el título mundial del 2013, las 6 paradas de la Liga Diamante el año anterior y las 4 que van de este año, más el registro, no tienen comparación alguna. En los últimos dos años ha sido la mejor del mundo en su especialidad y como no tiene rival en las pistas, se reta a ella misma con sus registros.

El salto de Caterine no tuvo televisión en directo. Seguramente cuando ella vuelva a Colombia no habrá un recibimiento multitudinario. Tal vez nunca hablemos de la "caterinemanía". Eso sí, para la IAAF y para el mundo del atletismo, los 15,31 que saltó son el registro técnico del año en este deporte y los 19 centímetros que la separan de un récord del mundo con mayoría de edad, la próxima meta. Ya no sería hazaña, sino leyenda!

jueves, 17 de julio de 2014

EL “JOGO FEINHO” DE BRASIL


Cosas del fútbol: Brasil fue cuarto del mundial, jugó los siete partidos y salió humillado. Fue un desastre. Mientras tanto, España, Inglaterra e Italia jugaron solo tres encuentros, salieron en la primera fase y decepcionaron, pero nadie habló de humillación. Sutil pero significativa diferencia. Asunto de forma y no tanto de resultados, creo. Una cosa es perder, incluso caer por goleada, y otra muy diferente no mostrar alma. Eso le pasó a Brasil.

Inglaterra se fue en primera fase con su fútbol aéreo y su juego largo; Italia salió luchando como lo hizo Uruguay en la segunda fase,  y España intentó jugar con buen trato a la pelota pero con jugadores cansados y errores defensivos ingenuos, pero eso sí, sin renunciar a lo que lo hizo campeón. Colombia ofreció un fútbol estético y se quedó en el camino, los africanos fueron fuertes y veloces y también salieron, Argentina a punta de amor por la camiseta, fútbol pasional, fuerza testicular  y la magia intermitente de Messi  se metió a la final.  Cada uno ganó o perdió con lo suyo. ¿Pero Brasil? Jugó a lo que no sabe; renunció a su esencia.  Por eso la humillación.

Brasil quiso ganar de miedo, de pierna fuerte acolitada y de camiseta. Cambió la partitura. Desde la confección de la nómina se veía. Increíble ver cómo un técnico de Brasil arma un equipo con un solo jugador de talento, Neymar, porque Oscar no fue titular en el primer juego ante Croacia. Ronaldinho, Ganso, Pato, Lucas, Robinho, Diego Luis Fabiano, Felipe Luis, Kaká, Miranda y Diego Alvez vieron el mundial por tv. Increíble, pero cierto.  Qué triste. Brasil se olvidó del talento y quiso forzar un estilo de juego que ni sus jugadores ni su pueblo sienten. Brasil, que siempre fue una orquesta, quiso hacer de su juego un canto de solista; y así no es. 

Insisto: no es asunto de números y de simples resultados. Se puede perder, pero con la de uno. El tema de fondo es la identidad, el estilo, la sensibilidad a una forma de jugar. Sí, el toque – toque de Colombia, que volvió a aparecer con Pekerman. Sí, la garra charrúa, que incluye hasta los excesos sicológicos de Suárez. Sí, el fútbol luchado de Italia. Sí, el amor propio hecho fútbol de los argentinos. Sí, el fútbol aéreo y vertical de los ingleses. A eso me refiero. ¿Es eterno?, claro que no. ¿Se puede cambiar?, por supuesto.  La identidad, como la cultura, se pueden intervenir; pero no por decreto ni por imposición. Son asuntos demasiado sensibles, porque tienen que ver con el sentir de los pueblos.

Para cambiar un estilo, para imponer una nueva forma de juego se requiere tiempo, trabajo y elaboración. Algo que no invirtió Brasil y que sí ha gastado Alemania. Aprendizaje costoso para ambos; pero resultados muy diferentes y sabores muy distintos: el dulce placer de ver jugar a la Alemania pragmática de siempre pero con mejor trato al balón y el amargo dolor de ver destruido a Brasil, sin la magia de siempre  y reducido a un equipo pegador.


El “jogo bonito” sigue vivo, escondido en una favela, esperando a que lo dejen salir de un encierro injusto. El sábado en la tarde, cuando Holanda le puso la última palada de tierra encima al ataúd de Brasil, le di gracias a Dios y elevé una oración por el buen fútbol de los pentacampeones, que por fortuna no fue enterrado. El muerto es otro.

lunes, 7 de julio de 2014

La humana imperfección del fútbol

Los árbitros de fútbol siempre se equivocan. El juego está diseñado para que lo hagan. Hace tres días Colombia está por fuera del Mundial y da tristeza ver cómo  todavía la polémica no supera el detonante natural en este juego: los señores de negro. Inculparlos siempre será la primera excusa para un resultado adverso, y cuestionarlos en la victoria es la mejor manera de sobre-dimensionar el logro alcanzado. Nada qué hacer: el juego está diseñado con él y con su imperfección; y es solo una de las múltiples variables, no la única. 

Obvio, por lo que representan, los árbitros siempre estarán estigmatizados. Representan la autoridad absoluta y son los guardianes del reglamento, pero para hacerlo absurdamente tienen que correr más que cualquiera de los 22 jugadores y tienen que ser mejores atletas que ellos. Están obligados a hacerlo. Sin lógica, es el único deporte en el que esto ocurre. Sería como pensar en que el juez de atletismo corriera a la par de los atletas hasta el final de la prueba, o que el de natación tuviera que estar dentro del agua todo el tiempo. En el fútbol es así. 

Velasco se equivocó, sí, como todos; pero ¿fue determinante en el resultado? no creo. Como ocurre casi siempre con los árbitros, sus decisiones fueron calificadas de injustas, imprecisas, parcializadas, acomodadas y equivocadas. Se equivocó, sí, pero ¿cómo juzgar si lo hizo con malas intenciones?. Imposible.  

El árbitro tiene una gran responsabilidad, por eso es un componente vital del juego. Siempre será un antihéroe: de todos los que están en la cancha es el único al que no se le perdonan los errores. Aunque lo intente, nunca sacará un 10 perfecto en calificación. Es un actor subjetivo y por eso siempre será cuestionado y se convertirá en el ser más vulnerable en la cancha. No es un ser divino, es un humano, como usted o como yo, y como tal, se equivoca.  Eso sí, es la excusa perfecta, y a veces la única, para un mal resultado. 

El fútbol es una dictadura a la que todos nos sometemos. La FIFA le apuesta al error humano. En su reglamento prima la subjetividad por encima del espíritu deportivo. ¿Tienen los árbitros el derecho de jugar con la ilusión de un país? Por la forma como está diseñado el fútbol, sí. y no hay nada qué hacer. De eso se trata. el juego. Ocuparse tanto del juez y no hacerlo del juego no es más que una manifestación de impotencia. 

Ya lo había escrito alguna vez, pero vale la pena repetirlo: si uno piensa mal, podría decir que la FIFA no evoluciona el reglamento, no acepta la ayuda tecnológica y no cambia las normas que dependen de la apreciación para seguir “manejando” el espectáculo; si uno piensa bien, podría afirmar que lo hace porque la real gracia del fútbol está en esa imperfección. 

martes, 1 de julio de 2014

Sencillo: en el fútbol puede pasar cualquier cosa


La próxima vez que me pregunten cuál es mi pronóstico para un partido responderé con una frase que escuché cientos de veces cuando apenas comenzaba en este oficio: “en el fútbol puede pasar cualquier cosa”. Así de sencillo. Si insisten con el argumento aquel de que “¿usted no es periodista deportivo pues?”, les agregaré parte de su pregunta a la respuesta: “porque soy periodista deportivo es que sé que en el fútbol puede pasar cualquier cosa”. Puede ganar el débil, puede equivocarse el árbitro, puede jugar la suerte, puede cambiar la historia, puede apagarse el ídolo, puede salirse de casillas el más profesional, puede intervenir la FIFA, pueden sancionar de oficio, puede caer el favorito y aunque suene redundante, puede pasar cualquier cosa.  

Suena estúpido que algo tan propio del fútbol y del deporte como la impredecibilidad no sea aceptado y siempre se le quiera ganar en el periodismo con toda suerte de pronósticos. Los periodistas deportivos no vemos el futuro; analizamos los hechos del presente y recapitulamos el pasado para tenerlo en cuenta a la hora de tratar de mirar con frialdad una actividad que el común de la gente ve con el corazón a mil y con la sangre caliente. Sn embargo, el ego nos puede, y por querer parecer doctos, nos lanzamos de adivinos, fundamentados en la lógica, que por todos es sabido, no impera en los terrenos del deporte.

No argumentaré nada más a favor de la idea eje o tesis. Más que un artículo de opinión, lo que hago hoy es anunciar por escrito la postura que adoptaré desde hoy cuando quieran ver en mí el prestidigitador que no soy. Hablaré del presente de cada equipo y de cada jugador, de las circunstancias del juego, del ambiente para el partido, de estado del terreno, de las tensiones que acompañan cada compromiso y de múltiples detalles más; pero nunca más me aventuraré a anticipar un resultado.

Y como todo propósito hay que ponerlo en práctica, empezaré preguntándome yo mismo, cómo creo que quedará el partido Brasil – Colombia del próximo viernes. Sencillo: cualquier cosa puede pasar.

Brasil es el local, el pentacampeón, el Mundial fue armado para hacerle cómodo el camino a la final, tiene a Neymar pero el grupo escogido por el DT no fue el adecuado y eso sí, por muchas razones, no propiamente futbolísticas, necesita el título. Colombia ha sido una de las gratas sorpresas, tiene a sus jugadores en un gran nivel individual, está “derechito” en este Mundial, el grupo humano está unido, su fútbol ha sido efectivo, su técnico ha hecho una dirección impecable, el país está expectante y la ilusión ha crecido. Colombia tiene el fútbol para soñar con una hazaña superior; y lo ha demostrado. Brasil tiene la necesidad, pero no tiene el nivel que se esperaba. Aun así, cualquier cosa puede pasar. Es fútbol. Y en el deporte, las variables son numerosas.


Quiero que Colombia avance a la semifinal. No quiero ser aguafiestas, ni me gustaría ser tildado de apátrida, o de hombre de poca fe, pero… Brasil puede golearnos y dejarnos en el camino. Ojalá que no pero al fin de cuentas, cualquier cosa puede pasar.