Los árbitros de fútbol siempre se
equivocan. El juego está diseñado para que lo hagan. Hace tres días Colombia
está por fuera del Mundial y da tristeza ver cómo todavía
la polémica no supera el detonante natural en este juego: los señores de negro.
Inculparlos siempre será la primera excusa para un resultado adverso, y
cuestionarlos en la victoria es la mejor manera de sobre-dimensionar el logro alcanzado. Nada qué hacer: el juego está diseñado con él y con su imperfección;
y es solo una de las múltiples variables, no la única.
Obvio, por lo que representan, los
árbitros siempre estarán estigmatizados. Representan la autoridad absoluta y
son los guardianes del reglamento, pero para hacerlo absurdamente tienen que
correr más que cualquiera de los 22 jugadores y tienen que ser mejores atletas
que ellos. Están obligados a hacerlo. Sin lógica, es el único deporte en el que
esto ocurre. Sería como pensar en que el juez de atletismo corriera a la par de
los atletas hasta el final de la prueba, o que el de natación tuviera que estar
dentro del agua todo el tiempo. En el fútbol es así.
Velasco se equivocó, sí, como todos;
pero ¿fue determinante en el resultado? no creo. Como ocurre casi siempre con
los árbitros, sus decisiones fueron calificadas de injustas, imprecisas,
parcializadas, acomodadas y equivocadas. Se equivocó, sí, pero ¿cómo juzgar si
lo hizo con malas intenciones?. Imposible.
El árbitro tiene una gran
responsabilidad, por eso es un componente vital del juego. Siempre será un
antihéroe: de todos los que están en la cancha es el único al que no se le
perdonan los errores. Aunque lo intente, nunca sacará un 10 perfecto en
calificación. Es un actor subjetivo y por eso siempre será cuestionado y
se convertirá en el ser más vulnerable en la cancha. No es un ser divino,
es un humano, como usted o como yo, y como tal, se equivoca. Eso sí,
es la excusa perfecta, y a veces la única, para un mal resultado.
El fútbol es una dictadura a la que
todos nos sometemos. La FIFA le apuesta al error humano. En su reglamento prima
la subjetividad por encima del espíritu deportivo. ¿Tienen los árbitros el
derecho de jugar con la ilusión de un país? Por la forma como está diseñado el
fútbol, sí. y no hay nada qué hacer. De eso se trata. el juego. Ocuparse tanto
del juez y no hacerlo del juego no es más que una manifestación de
impotencia.
Ya lo había escrito alguna vez, pero
vale la pena repetirlo: si uno piensa mal, podría decir que la FIFA no
evoluciona el reglamento, no acepta la ayuda tecnológica y no cambia las normas
que dependen de la apreciación para seguir “manejando” el espectáculo; si uno
piensa bien, podría afirmar que lo hace porque la real gracia del fútbol está
en esa imperfección.
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