martes, 30 de septiembre de 2014

Cardona, con fútbol agridulce


De amores y odios, así es Edwin Cardona. Se gana el corazón de los hinchas cuando es un genio con el balón en los pies; pero causa desazón con su temperamento y su comportamiento en la cancha. Su fragilidad como ser humano muchas veces opaca su capacidad técnica. Cuando se dedica a jugar es todo un crack, pero cuando cambia el talento por los excesos, pierde el control. Está joven y puede corregirse, pero corre el riesgo de perderse como muchos.

Que pase una vez, vaya y venga. Quién, eventualmente, no se ha "salido de la ropa" en una cancha, o fuera de ella? Que se vuelva tan frecuente es de lamentar. A Cardona se le está volviendo costumbre desperdiciar su talento por problemas actitudinales. Provoca y se deja provocar, se sale fácilmente de casillas y claro, se hace expulsar. La de esta semana en Copa Suramericana fue su sexta expulsión en un año con Atlético Nacional; la tercera en un partido de copa internacional.

Le falta cabeza, dicen las señoras.No tiene auto-control,explican los expertos. Es un irresponsable, califican algunos hinchas. Es una lotería, digo yo. Aporta talento en cantidades y es el mayor generador de fútbol ofensivo en el equipo verde; pero en cualquier momento descuadra al equipo, lo deja con un hombre menos y tira al traste la estrategia del colectivo. Ya se hizo expulsar ante Newell's y Defensor en la Libertadores, y ante General Díaz esta semana en la Suramericana. Tenerlo en la cancha es un riesgo algo; para el contrario por su fútbol, peor para Nacional por su impredecible comportamiento.

Que el club ha trabajado para ayudarle, es cierto. Que ha logrado muy poco, también. Que esos asuntos de personalidad, producto de la experiencia vivencial de cada quien son bastante complejos, no cabe duda. Lástima por el fútbol. Ojalá lo puedan a conductor.

Cardona está joven y todavía tiene tiempo para encontrar su punto de equilibrio. Está en un equipo en el que no pueden darle mucha espera y aunque puede enderezar su camino está a pocos pasos de engrosar la larga lista de grandes talentos desperdiciados por falta de control.

En el puesto de Cardona cómo no recordar a genios con la pelota como Jhon Mario Ramírez, el mismo Néider Morantes y el vallecaucano Arley Betancur. Brillantes con la pelota, díscolos en su accionar. Tenían todo para triunfar, pero no aprovecharon su gran talento.

Razón tenía Kundera al hablar de  "la insoportable levedad del ser". Por sus decisiones, dentro y fuera de la cancha, Cardona se ve leve.  Y por eso, su fútbol sigue en Colombia.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Golpe bajo a la reputación del Junior


Hay intangibles en las organizaciones con un valor incalculable, que no pueden arriesgarse por ninguna circunstancia. La reputación es uno de ellos. En palabras muy sencillas, y me perdonarán los expertos el abuso de síntesis, puede definirse como "aquello que la gente piensa de una organización"; o más sencillo aún: "la famita que van teniendo". El Junior de Barranquilla es una de las organizaciones deportivas que uno puede referenciar como mal reputadas en el contexto nuestro.

El de esta semana con Pachequito y Quiñónez como protagonistas fue un escándalo que aportó a que el equipo barranquillero alimentara en el imaginario nacional una idea de equipo desorganizado, conflictivo y mal administrado. La pelea, ya muy comentada, fue un hecho lamentable; pero más lamentable aún  fue el silencio administrativo inicial y la actitud del equipo ante el hecho.

Que un jugador se salga de casillas en una cancha es un asunto cotidiano en el fútbol, y aunque no deja de ser censurable, la condición humana en una actividad tan emocional y en una disciplina deportiva de contacto, choque y fricción permite entenderlo, y a veces hasta justificarlo. En esos casos, la crítica cae en el individuo y los clubes no se ven tan afectados en su reputación  pues son acciones en el terreno, donde las críticas recaen generalmente  sobre el individuo.

Ahora, cuando los hechos censurables ocurren por fuera de la cancha, como en el caso del Junior esta semana, el tema se vuelve totalmente institucional. Así sean acciones de los individuos, un jugador y un asistente técnico en este caso, la crítica no recae en ellos sino en el club. La razón es elemental: por fuera de la cancha, los jugadores adquieren un rol de representación, se vuelven imagen del club para el que juegan y pocas veces son mirados como personas; son la proyección de la institución a donde vayan. Con la pelea de esta semana, el que perdió fue el Junior. Y no solo por la pelea, sino con la reacción del club ante el incidente.

El fútbol es un negocio bien particular. El gran capital de las instituciones son los jugadores. Cuando brillan en las canchas, se valorizan; pero cuando se equivocan por fuera de ellas son protegidos y hasta alcahueteados. Asunto de dinero, protección del capital. De allí las decisiones tibias y el silencio cómplice asumido muchas veces por los clubes profesionales en estos casos. Entendible, pero no compartible.  Ese capital tangible nunca tendrá el significativo valor que tienen los  intangibles, como la reputación, así a simple vista no lo parezca.

Le pasó a Junior, y fue asunto de puños entre los miembros de la institución. El club quedó mal. Hoy por hoy, su reputación está por el piso. No supo manejar la crisis.  Qué pensar de aquellos que han vivido problemas mayores de jugadores embriagados, de accidentes automovilísticos, de escándalos en discotecas y muchas cosas más... Tampoco ha habido mano dura administrativa. Lección aprendida, pero no aplicada: En estos casos, el silencio es rentable y la mano tibia no funciona. La reputación no es un juego.

martes, 16 de septiembre de 2014

Comentarios de afán


Hoy Di María es el mejor jugador del mundo, el Madrid se equivocó en las contrataciones, Contador ganó porque Nairo no estaba, la Vuelta a España perdió interés, James no es para el Madrid, Falcao es mejor que Van Persie y la Liga Premier es la de mayor nivel. A ese tipo de afirmaciones es a lo que llamo: emociones del día, verdades relativas o simplemente, comentarios de afán.

Ninguna de esas sentencias, leídas ayer como comentarios en las redes sociales es cierta. Son ideas sueltas, expresadas alegremente por las circunstancias, por el calor del momento. Es claro que para verlo, el deporte es pura emocionalidad; que uno como simple espectador disfruta con las acciones puntuales. Así, lo de Di María ayer fue un partido perfecto y lo de Contador sin Nairo no tuvo el mismo sabor. El calor del trópico como que nos lleva a hacer del momento la única verdad.

Sin embargo, para analizar el deporte, para tratar de explicarlo, el deporte es una actividad más compleja, que requiere reunir más elementos de juicio, y que amerita  enfriar la cabeza antes de soltar la opinión. Cierto que Nairo hizo falta, pero de cayó y se quedó por fuera. Cosas del ciclismo, No es culpa de Contador. El Español ha ganado las tres grandes carreras, y varias veces. No se le puede demeritar.

Di María juega muy bien, es un excelente jugador, cierto. No hay duda; pero apenas ha jugado un partido con el United, y ante un equipo discreto. Brillante en un partido, sí. En un torneo completo, no sabemos. Esperemos la temporada a ver qué pasa; y no olvidemos todo la polémica con su salida del Madrid. Según Florentino Pérez, pedía un salario superior al de Cristiano, y hay otros temas que tendrían que repasarse al momento de calificar.

El hoy es para disfrutar, para gozar y para sufrir. Para comentar, para profundizar, se necesita mirar en contexto, repasar, relacionar. En resumidas cuentas, pensar. Y de piense adolece nuestro deporte.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Si estuviera Nairo, era gol de Yepes


"Si Nairo estuviera, ganábamos la Vuelta". Ese es el clamor, el lamento de esta semana. "Estas etapas de montaña eran para Nairo", dicen en cada esquina del país cuando empiezan a pasar las imágenes desde España. Nos olvidamos de mirar el espectáculo del ciclismo, y le quitamos importancia a los colombianos que quedan. Pareciera que lamentarse es el deporte nacional, que queremos vivir de lo que pudo ser y no fue, que queremos justificarlo todo. La realidad es que Nairo ya no está. Se cayó y se retiró (hecho que es normal en el ciclismo).

En el deporte dejamos ver nuestras facetas culturales como sociedad. También nuestros defectos. Por ejemplo, es claro que somos un pueblo donde se guarda luto demasiado tiempo, que no supera las adversidades, y al que le gusta hacer remembranza de sus dificultades; no para aprender de ellas, sino para flagelarse. Así como somos de exagerados en las celebraciones, somos igualmente demasiado dramáticos en los momentos de duelo.l

En el fútbol, no hemos superado la anulación de una jugada de Yepes en fuera de lugar. En el ciclismo vamos a lamentar mucho rato la caída de Nairo. En el primer caso, nos quedamos en esa jugada, en el arbitraje y en la falta de James; y la verdad, nunca hicimos el análisis frío de la derrota ante Brasil, de lo hecho en el Mundial. En el segundo caso, no hemos disfrutado del gran espectáculo que están ofreciendo los españoles Contador, Purito y Valverde, junto con Froome y Arú, ni hemos ponderado la gran Vuelta que hace Rigoberto Urán. Nos quedamos en la caída, la operación y la salida de la clínica de Nairo Quintana. Bueno, también pasa porque somos arribistas; porque solo nos sirve ganar. Ese es otro aspecto e nuestra "personalidad" como país deportivo.

Las caídas en el ciclismo son como los malos arbitrajes en el fútbol. Siempre se van a presentar y van a determinar los resultados. En el primer caso, porque el ciclista está expuesto en su vehículo. En el segundo, porque la FIFA siempre ha querido que sea así. Caídas y arbitrajes hay que asumirlos y dramatizarlos menos.

Vivimos el mejor momento del deporte colombiano, pero a veces creo que no lo disfrutamos a plenitud. Este fin de semana Mariana en el BMX, Caterine en el salto triple y Sara López en el tiro con arco pusieron el tricolor en alto. Lo mismo hicieron Los Tucanes en el Suramericano B de rugby. Sin embargo, nos quedamos en el lamento y la indignación porque lo de Cuadrado no era para roja, en un partido amistoso. Así somos.

P.D. Lo de Yepes no era gol porque había fuera de lugar; lo de Cuadrado sí era roja porque ya tenía amarilla y empujó por la espalda; y si Nairo no de hubiera caído nadie garantiza que estuviese ganando, pues el nivel de los primeros de la general es altísimo.

lunes, 1 de septiembre de 2014

¿Comercialización excesiva o democratización del fútbol?


El General Díaz será el rival de Nacional en la Suramericana. El cuadro verde eliminó en la primera fase a La Guaira, mientras el Cali superó a la Universidad de Cajamarca y Millonarios quedó por fuera tras caer ante el Cesar Vallejo. Luego de la primera fase siguen en competencia entre otros, el Capiatá, el Huachipato y la Universidad de Sucre. Menciono estos nombres, porque aunque trabajo el periodismo deportivo, para mí no significan mucho. Quizás, sea falta de estudio de mi parte; pero creo que la sensación que me genera el segundo torneo internacional de clubes del continente es  la de muchos colombianos: desconcierto.

Hablando del tema con mis amigos del fútbol, aparecieron diferentes puntos de vista. Uno de ellos me decía, por ejemplo, que los equipos chicos están de moda en Suramérica y que de ahí la aparición de tantos equipos poco conocidos no solo en la Suramericana sino también en la Libertadores. Me acordé de nuestro torneo local de la A con Petrolera, Patriotas y Uniautónoma, entro otros nombres. Otro de mis amigos me lo explicó diferente: el asunto pasa por la democratización del fútbol. Según él, las copas de clubes en el mundo, por decisión de la FIFA, incluyeron fases previas, para darles la posibilidad a muchos clubes, que siendo segundos, terceros, cuartos y hasta quintos en sus países, pudieran estar en estos torneos. No lo había mirado así, pero reconozco que mi amigo me dejó pensando en el asunto.

El argumento de mi amigo parece sencillo: democratizar, dar participación, permitirles estar en la fiesta. Suena bonito. La pregunta que se me salió entonces fue ¿a cambio de qué? Ahí se desató la discusión. Filantropía, no. La descartamos de inmediato. Repasamos entonces lo que ha pasado con la “democratización”, y  la respuesta pareciera una sola: es mero asunto comercial. Claro, el mundial llegó a 32 equipos por un asunto democratizador, para que más países tuvieran opción; pero siempre ganan los mismos. La Champions y la Libertadores eran reservadas exclusivamente para los campeones de cada país; luego entraron los subcampeones. La ganan casi siempre los mismos, ¿no?  La Europa Ligue y la Copa Sudamericana fueron la opción en Europa y América respectivamente para que entraran equipos “diferentes” a competir. Claro, opción para nuevos patrocinadores también. ¿Y el nivel?, ¿y la carga de partidos para los jugadores? Bueno, esos temas, dirían los directivos, “es de otra columna”.
 
Mi democrático amigo (un directivo, para más señas), me dijo que para entender las lógicas del fútbol actual hay que tener un poco de lo que llaman ahora “open mind”. Es otra cosa, me dijo (también me quiso decir “cerrado”, intuyo). Traté de hacerlo. Me senté frente a la pantalla a ver jugar al Apoel, al Ludogarest y al Maribor. No se me abrió la mente. Luego, me fui al Atanasio Girardot, a ver jugar a la Guaira. La mente no se abrió.  Me gusta el fútbol sí; pero la mente no me da para esos equipos sin nombre… no propiamente por el nombre, sino por el fútbol que exhiben. Yo prefiero escoger partidos, esperar la fase de grupos en la Champios, y hacer fuerza para que Nacional, con un fútbol muy similar al de La Guaira, avance una fase más, para poder ver al legendario River  en el Atanasio. Claro, el River de ahora.

Razón tenía mi abuelo cuando al ver los fenómenos de violencia en los alrededores del estadio me repetía: “tanta democracia no es buena, mijo”. Bueno, también le doy la razón a mi amigo democrático en una cosa: el fútbol de ahora es otra cosa.