lunes, 16 de marzo de 2015

Unos Juegos de primera para unos deportistas de primera

Partamos de una realidad: las obras para los Juegos Nacionales del 2015 están muy atrasadas. Digámoslo de otra forma: a 8 meses del evento cumbre del deporte nacional estamos "colgados", “nos cogió la noche”. Analicemos un poco: como en todo lo relacionado con el deporte cuando de presupuestos y proyectos del estado se trata, faltó planeación, ¿o voluntad? Y ahora pensemos un poquito en los protagonistas: unos deportistas de primer nivel, como los nuestros, no merecen unos juegos nacionales de segunda. Todo indica que para allá vamos.

El presidente Santos le pidió esta semana al director de Coldeportes que en 15 días resuelva los obstáculos en las obras que se requieren para los Juegos Nacionales en Ibagué y Quibdó. Hay que apretar, claro, había que ponerse serios, por supuesto. ¿Pero es el momento para hacerlo? No creo. Si en diciembre del 2012 en Cali se anunció la sede del 2015, ¿por qué esperar más de 2 años para buscar los recursos, iniciar las obras y apretar los cronogramas? Repito: faltó planeación o faltó voluntad. Cualquiera de las dos cosas es lamentable. Es cierto que el país tiene muchas preocupaciones, pero el deporte no puede ser una menor; y menos ahora, que nuestros deportistas está salvando la imagen del país.

Uno quisiera ser optimista. Uno quisiera estar en unos Juegos bien hechos en Ibagué y Quibdó (que se los merecen), uno quisiera que todos los inconvenientes se superaran... Uno quisiera lo mejor para el deporte y para los deportistas, pero como están las cosas, a estas alturas, los Juegos Nacionales tendrán que apelar a un Plan B; con el agravante de que este tampoco parece claro.

En medio de estos "ires y venires" administrativos y políticos quedan varios miles de deportistas que en todos los rincones, del país y del mundo, que siguen entrenando en silencio, preparándose a tope, sin descanso, buscando su mejor nivel. Su objetivo: izar la bandera y hacer sonar el himno de su departamento como los mejores en cada prueba. Ellos sí tienen planeación, ellos sí tienen voluntad. Ellos trabajan sin descanso con sus entrenadores siguiendo su plan A: ser cada vez mejores. Triste contraste.


Insisto: los deportistas colombianos son de primer nivel y se merecen unos juegos de igual categoría. ¿O no? Nada más qué agregar. 

jueves, 12 de marzo de 2015

¿Usted sabe quiénes son nuestros deportistas?


El sábado fue un día histórico para el deporte colombiano, como muchos otros, pero pasó casi inadvertido, como casi todos. En Bielorusia, Jackeline Rentería ganó el oro en el Gran Prix; en Francia, Mariana Pajón ganó el Nacional bajo techo; en Brasil, la Selección de béisbol, dirigida por Luis Sierra y con un gran pitcheo de Javier Ortíz, se coronó campeona suramericana; en Italia, Rigoberto Urán fue séptimo en la Strade Bianche; en Montevideo Santiago Giraldo y Alejandro González fueron protagonistas en la Copa Davis; y en Estados Unidos, Jossimar Calvo fue sexto en la AT&T American Cup. El tricolor en alto de cuenta del deporte en todos los rincones del mundo, con deportistas que gran parte del país no sabe quiénes son. 

Por lo general, los países tercermundistas son potencia en una o dos disciplinas deportivas solamente. Focalizan sus esfuerzos al deporte que por condiciones geográficas, genéticas o sociales les da resultados y renombre; diseñan programas de apoyo a esas disciplinas y a la par de los resultados construyen ídolos que gozan del reconocimiento en toda la nación. Colombia es un caso atípico. Nuestro país es potencia en múltiples deportes individuales y excepcionalmente obtiene logros con ribetes de hazaña en disciplinas de conjunto. Somos un país brillante en deportes “de a uno” y es parte de nuestra idiosincrasia la dificultad para trabajar y conseguir logros en conjunto. Tal vez, eso explique en parte nuestro potencial deportivo pero también nuestra indiferencia frente a esos deportistas que cada ocho días se rompen por una medalla o un título internacional. El 90% de nuestros campeones son  anónimos y solo “mojan prensa” y ganan reconocimiento nacional cuando sus logros son de carácter olímpico; cuando la hazaña es de tamaño mayor.

No hay duda, somos un país de héroes deportivos anónimos, a excepción de los medallistas olímpicos. Difícilmente un colombiano del común sabe quién es Jossimar Calvo, reconoce en la calle a Javier Ortíz o conoce la historia de vida de Santiago Giraldo. Y coloco estos nombres para referirme básicamente a los que “figuraron” en sus deportes este fin de semana. Nos falta cultura deportiva, nos falta valorar lo nuestro, somos arribistas y triunfalistas y no entendemos la dimensión de lo que cada ocho días hacen en el deporte los nuestros.
 
En Colombia no sabemos quiénes son nuestros deportistas, pero todos sabemos hoy quién es Nicolás Gaviria. El escándalo de la semana puso en primer plano a este desconocido que gracias a una borrachera sobredimensionada en los medios cayó en ese lugar común de "tristemente célebre". Más triste y poco célebre es un país que se alborota solo con el escándalo, el morbo y todo lo negativo y no aprovecha el esfuerzo de sus verdaderos héroes, tal vez los únicos, sus deportistas, para construir ídolos y ejemplos de verdad.



jueves, 5 de marzo de 2015

... Y ya todos son burros?



Hace ocho días, Hernán Torres hizo un cambio defensivo jugando de local y la tribuna le gritó "burro, burro"; el partido lo ganó su equipo. Este fin de semana el silbado fue Alexis Mendoza, porque dejó en el banco a Jarlan Barrera. Juan Carlos Osorio recibe críticas cada ocho días; y ha ganado tres Ligas. La crítica dura y exagerada hace parte de la vida del técnico de fútbol; porque el fútbol es de todos.

En el mundo es igual. Cada ocho días si Falcao juega o si no lo hace, los calificativos negativos son para Van Gaal. El Barcelona en España tuvo dos partidos malos y medio planeta pedía la cabeza de Luis Enrique. Esa universalización del juego, esa presencia que tiene en la cotidianidad, nos vuelve a todos expertos y nos convierte en analistas de ocasión. El foco de la crítica siempre será el entrenador por la simple razón de que es él quien toma las decisiones.

Ahora, es claro que todos tenemos un concepto diferente del fútbol. Cada quien lo ve, lo vive, lo analiza y lo disfruta a su manera. Tal vez por esas múltiples miradas es que veo justo que cada que un equipo no funciona, la catarsis colectiva la hagamos únicamente contra el DT. Si somos tan variados para sentir el juego, así mismo deberíamos serlo para cuestionarlo. Esa maldito vicio que tenemos como sociedad de buscar siempre un culpable la descargamos sobre el entrenador, como si fuera el único factor.

Creo que para ser técnico de fútbol hay que tener teflón; sí. Pero también creo que para mirar el fútbol es necesario advertir variables. Simplificar la crítica a lo que el entrenador decide es desconocer actores determinantes como los jugadores, los directivos y los mismos árbitros, y circunstancias que inciden como el entorno, el estado de ánimo de los grupos, los condicionantes económicos, los patrocinadores y muchas más. Con todo respeto, Burro es aquel que reduce un universo como el fútbol al pequeño planeta del entrenador.