El sábado fue un día histórico para el deporte
colombiano, como muchos otros, pero pasó casi inadvertido, como casi todos. En
Bielorusia, Jackeline Rentería ganó el oro en el Gran Prix; en Francia, Mariana
Pajón ganó el Nacional bajo techo; en Brasil, la Selección de béisbol, dirigida
por Luis Sierra y con un gran pitcheo de Javier Ortíz, se coronó campeona
suramericana; en Italia, Rigoberto Urán fue séptimo en la Strade Bianche; en Montevideo
Santiago Giraldo y Alejandro González fueron protagonistas en la Copa Davis; y
en Estados Unidos, Jossimar Calvo fue sexto en la AT&T American Cup. El
tricolor en alto de cuenta del deporte en todos los rincones del mundo, con
deportistas que gran parte del país no sabe quiénes son.
Por lo general, los países tercermundistas son
potencia en una o dos disciplinas deportivas solamente. Focalizan sus esfuerzos
al deporte que por condiciones geográficas, genéticas o sociales les da
resultados y renombre; diseñan programas de apoyo a esas disciplinas y a la par
de los resultados construyen ídolos que gozan del reconocimiento en toda la
nación. Colombia es un caso atípico. Nuestro país es potencia en múltiples
deportes individuales y excepcionalmente obtiene logros con ribetes de hazaña
en disciplinas de conjunto. Somos un país brillante en deportes “de a uno” y es
parte de nuestra idiosincrasia la dificultad para trabajar y conseguir logros
en conjunto. Tal vez, eso explique en parte nuestro potencial deportivo pero
también nuestra indiferencia frente a esos deportistas que cada ocho días se
rompen por una medalla o un título internacional. El 90% de nuestros campeones
son anónimos y solo “mojan prensa” y
ganan reconocimiento nacional cuando sus logros son de carácter olímpico;
cuando la hazaña es de tamaño mayor.
No hay duda, somos un país de héroes deportivos
anónimos, a excepción de los medallistas olímpicos. Difícilmente un colombiano
del común sabe quién es Jossimar Calvo, reconoce en la calle a Javier Ortíz o
conoce la historia de vida de Santiago Giraldo. Y coloco estos nombres para
referirme básicamente a los que “figuraron” en sus deportes este fin de semana.
Nos falta cultura deportiva, nos falta valorar lo nuestro, somos arribistas y
triunfalistas y no entendemos la dimensión de lo que cada ocho días hacen en el
deporte los nuestros.
En Colombia no sabemos quiénes son nuestros
deportistas, pero todos sabemos hoy quién es Nicolás Gaviria. El escándalo de
la semana puso en primer plano a este desconocido que gracias a una borrachera
sobredimensionada en los medios cayó en ese lugar común de "tristemente
célebre". Más triste y poco célebre es un país que se alborota solo con el
escándalo, el morbo y todo lo negativo y no aprovecha el esfuerzo de sus
verdaderos héroes, tal vez los únicos, sus deportistas, para construir ídolos y
ejemplos de verdad.
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