Exactamente
dentro de un año estaremos en los Juegos Nacionales. Esta vez, la cita
será en los departamento de Tolima y
Chocó. Todavía no hay ambiente. Bueno, tampoco hay dinero ni planeación; pero hay un
“compromiso” del gobierno de que los Juegos se harán. Seguramente, como muchas
cosas del deporte en el país, con obras a medio terminar, con cambio de sede
para algunos deportes, con la ausencia de varios departamentos y con
incomodidades e improvisaciones, la vigésima versión se llevará a cabo “como está prevista”.
Si
se pensaran con criterio deportivo solamente, los Nacionales deberían ser antes
que nada el primer escalón del ciclo que implica una olimpiada. Es decir, allí
debería comenzar el proceso. En el formato anterior, se llevaban a cabo cuatro
meses después de los Olímpicos; en el actual, un año antes. Si se pensaran
filosóficamente, deberían ser el máximo encuentro del deporte nacional, donde
se reivindicara a los deportistas y se les diera el máximo protagonismo. Si se
pensaran…
En
esta ocasión, el espacio entre la versión anterior y ésta será de tres años; no
de cuatro, como era habitual. La decisión se tomó para que la participación en
Juegos fuera responsabilidad de los gobiernos departamentales al cierre de su
periodo, y no del primer año de los gobernantes que entraran. Fue una decisión con
criterio político. Tal vez, sana, pero valdría la pena preguntarse si fue
efectiva. Una mirada rápida a los diferentes procesos departamentales muestra
que a un año de los Juegos hay dificultades, y muchas. Al parecer, la
preocupación por participar en los Juegos de muchas delegaciones tendrá los
mismos tiempos que la preocupación del gobierno nacional por las obras en las
sedes: el último año. Para decirlo en términos deportivos: todo será a las
carreras.
Hace
rato los Juegos Nacionales son un juego de politiquería. La asignación de múltiples
sedes, por ejemplo, no tiene en cuenta ningún criterio técnico. La última
versión, con sedes en Norte, Córdoba y Cauca es una buena muestra de ello. Ni
hablar de la del 2008 en San Andrés y el
Valle; y del turno ahora para Tolima y Chocó. Se asignan sedes para
congraciarse con regiones a las que no se les ha prestado interés; les
construyen escenarios, les hacen la fiesta, y luego los vuelven a dejar en el
abandono, con infraestructuras que se vuelven elefantes blancos y sin ningún
seguimiento. Prima el criterio político de cortar la cinta y quedar en la foto.
Ya
es hora de recuperar el verdadero significado del deporte de alta competencia
del país. El valor en imagen y reputación ante el mundo, y si se quiere el
valor económico y hasta político que tienen los triunfos mundiales y olímpicos
de nuestros deportistas es incalculable; pero para mantener ese nivel de los
últimos años es necesario ir bajando escalones y mejorar desde la base.
Del
ciclo olímpico mayor, en el que están los Centroamericanos que comienzan dentro
de ocho días y para los que no hubo voluntad política para sacar los recursos a
tiempo, siguen hacia abajo los Juegos Nacionales. La preocupación no puede
seguir siendo quedar bien con una determinada región o con uno u otro fortín
electoral. Se deben estructurar los Nacionales, revisar a fondo sus reglamentos
y planear su realización con criterio técnico deportivo. Además del posterior
uso de que se le debe dar a las obras. Falta un año, y si se pensaran…
No hay comentarios:
Publicar un comentario