No es casual que Colombia sea un país que gane siempre en deportes
“de a uno”. Somos potencia mundial en
ciclismo, bicicross, patinaje, judo, lucha, pesas, taekwondo y muchas otras
disciplinas individuales. En conjunto hemos ganado muy poco. Las razones son
múltiples y obvias, empezando por el apoyo y la inversión que se hace más fácil
y económico en un deportista que en un colectivo; y siguiendo por lo cultural:
somos un pueblo que no sabe juntarse para trabajar por el objetivo de todos y
siempre pensamos en el “cómo voy yo ahí”. Buen tema para discutir, pero no hoy,
porque mis párrafos los dedicaré a ponderar lo hecho por el microfútbol
nacional. Campeones mundiales, sin discusión, apabullando a todos los rivales,
con la valla menos vencida, en Bielorrusia, sin angustias y repitiendo título
de forma consecutiva.
Yo jugué micro. Era malo para el juego, pero lo disfrutaba mucho.
Pasar por las placas de cemento de barrios y pueblos cada ocho días - no por
coliseos ni canchas sintéticas - me dio
una lectura de este deporte, que va más allá de
lo competitivo o lo importante del juego. Este deporte expresa la forma
de ser del hombre de barrio que se la rebusca y la disfruta; del colombiano de
la calle, del tipo común y silvestre; del muchacho de la esquina que entre
chanzas y gambetas, y muchas veces sin saber, se juega la vida en un callejón.
Ese “fútbol de atrio”, como despectivamente lo llaman algunos, expresa la vida
simple y cotidiana de la gente el común.
El micro nos recuerda nuestras raíces populares. Tal vez sea eso lo que más
gusta de este deporte, y lo que incomoda a algunos que tratan de demeritarlo.
En deportes de conjunto Colombia solo ha sido campeón del mundo en
beisbol (Mundial amateur 1947 y 1965), hockey sobre patines (mundial B en
1988), polo acuático (mundial B en 2007), ultimate (mundial sub 20 en 2012) y
microfútbol (2000, 2011 y 2015). Algún
mensaje de fondo debe haber más allá del simple dato. Sobre todo con el
tricampeonato del micro; un deporte que todo colombiano alguna vez ha jugado;
hasta yo, que reitero, fui malo.
Tal vez esa cercanía con el pueblo explica por qué la Fifa vio en
esta disciplina otro gran negocio y montó el fútbol sala como otro deporte bajo
su manejo. Ese es un lío político – económico y administrativo difícil de
explicar en las líneas que me quedan, pero ojo que en Futbol Sala Fifa ya
fuimos cuartos en un mundial. Algo tenemos los colombianos para jugar a la
pelota en espacio reducido, para ser solidarios, para pensar en el equipo, para
trabajar en equipo… cuando el colectivo es de gente humilde, de gente del
común.
Fue emocionante ver cómo esta disciplina de barrio, sin
transmisión por las grandes cadenas, solo con una señal vía internet y mucha
información en redes sociales unió al país con un nuevo título del mundo. El
micro no es un deporte olímpico y no es el de la poderosa Fifa, pero ganamos el
mundial... Los colombianos deberíamos pensar más como micreros.
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