lunes, 25 de febrero de 2013

De largo aliento (25 de febrero de 2013) - Momo nos hizo acordar


Momo nos hizo acordar
Por Jhon Jaime Osorio

Publicado en la columna "De largo aliento" del periódico El Deportivo el lunes 25 de febrero de 2013

Reconozco que si hay algún deporte con el que estoy en deuda es con el boxeo. Me falta mucho por aprender de la disciplina de combate que más glorias le ha dado al país. Entiendo su mecánica de competencia, su estructura organizacional y manejo algunos datos; pero no le entrado de lleno, tal vez por alguna marca cultural o por asuntos ideológicos de los que no voy a  hablar. Pese a mi ignorancia boxística, hoy quiero escribir algo sobre “El Momo” Romero; un vallecaucano que a “puño limpio” nos recordó hace ocho días las raíces humildes y los dramas humanos que esconden nuestras alegrías deportivas y la poca cultura deportiva que tenemos en el país.

De lo eminentemente deportivo del campeón Supergallo de la Federación Internacional ya se ha dicho bastante esta semana: que es el título mundial de boxeo número 42 que logra Colombia, que la FIB es tal vez la única organización seria y de peso que le queda al boxeo profesional, que Romero ganó contra todos los pronósticos, que superó a un Mexicano, que la decisión fue dividida, que su foja es de 23 peleas con 12 ganadas por nocaut, y que su primera defensa podría ser en junio ante un filipino o un armenio. El cinturón que trajo “El Momo” hizo que estos temas de los que habitualmente solo se ocupan algunos periodistas dolientes de esta disciplina entraran a la agenda de los medios nacionales. A excepción de esos especialistas, la victoria de Romero nos tomó por sorpresa a todos en el país, y nos puso a hablar de Boxeo una semana. 

De su historia humana también se ha hablado bastante esta semana. Ya se dijo que nació prematuramente, que creció en medio de la pobreza, que estuvo en malo pasos, que le encanta el sancocho de gallina, que es un hombre de mucha fe, que su familia vive en el barrio El Retiro en el populoso sector del distrito de Agua Blanca en Cali, que su padre lo supo orientar y lo apoyó en el deporte, que por primera vez montó en carro de bomberos y que la alcaldía de Cali le prometió una casa.  La historia humana con ribetes dramáticos de un deportista humilde que alcanzó la fama gracias a su esfuerzo individual la contamos cada que un colombiano gana; porque es casi que un común denominador en la naturaleza de nuestros deportistas.

Lo mejor de este título mundial, es que “El Momo” nos recordó que el boxeo es uno de nuestros deportes nacionales. Nos hizo acordar que nuestros deportistas son héroes silenciosos; que la mayoría de nuestros campeones nacen en la humildad y en la pobreza de rincones olvidados; que hasta que no ganan, nuestros ídolos  son ilustres desconocidos; y que gracias a sus victorias se vuelven en ejemplos de superación y en mensajes de optimismo para el país. Necesitamos muchos  “Momos”, a ver si así.

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