Mientras Edwin Ávila cruzaba la meta para coronarse
campeón mundial de la prueba por puntos en el mundial de ciclismo, en RCN,
canal que tiene los derechos para televisión abierta, nos mostraba un capítulo más de la versión telenovelesca
de “alias “El Mejicano”. El héroe de la pista, que emulaba hazañas solo
logradas por Cochise, cruzó la meta sin
que gran parte del país lo viera.
Claro, televisión en directo de la hazaña sí hubo,
pero para un reducido grupo de colombianos que por necesidad, como yo, o por
gusto, como muchos, somos suscritores del sistema de televisión más costoso que
hay en el país. También me dicen que el canal que tiene los derechos salió en
directo por su señal digital y hasta por internet. En cualquier caso, la
promoción de que iban a hacerlo fue como el acceso a la misma, totalmente
reducida.
Pocas veces los colombianos podemos disfrutar de la
imagen del deporte, de la imagen de las grandes hazañas de esos héroes de la
patria que podrían servir de ejemplo a seguir y de modelo para nuestros niños y
jóvenes. En muchos casos, no los vemos porque en la televisión pública no hay
recursos o no hay voluntad política para transmitirles, o simplemente no porque
nos privatizan esa imagen y la vuelven una mercancía de costo alto.
Ya nos había pasado recientemente con los Juegos
Bolivarianos. Por primera vez los ganamos, y por enésima vez no los vimos.
Nos pasa a diario. De no ser por la
radio y las redes sociales no nos daríamos cuenta al instante de esos
resultados que nos enorgullecen como colombianos y que nos dan esperanzas como
país. Eso sí, tenemos héroes sin imagen, y ha falta que nos hace verlos.
Puede que el deporte no sea el mejor negocio para
la televisión (eso dicen algunos), puede que no le de votos a muchos políticos
(por eso a veces le quitan el apoyo), pero lo que sí está claro es que a través
de él se pueden construir otros imaginarios, otros referentes y otros ídolos
más positivos para un país que necesita de ellos.
Mientras Ávila se convertía en el héroe sin imagen
de la semana, la pantalla de televisión abierta, la que tiene el 80% de los
hogares colombianos, la barata, la de
todos, la del pueblo, mostraba en sus distintos canales a un narcotraficante, a
una cantante, a unos músicos y a unos señores alemanes de la DW hablando de
economía. Difícil así ponerle referentes cercanos a un joven de mi pueblo.
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