Otra vez el himno nacional nos hizo estremecer de
cuenta de un deportista. Esta vez fue Carlos Betancur, que ganó la Paris – Niza
para ponernos a celebrar. Ahora Quintana y Arredondo nos tienen a la
expectativa en la Tirreno – Adriático; y mientras tanto, preparamos otra fiesta
para mañana cuando terminen los Juegos Suramericanos en Chile, donde Colombia
tiene casi seguro el segundo lugar. Ah, y esta semana, Santiago Giraldo nos
sorprendió en el tenis y los goleadores nacionales volvieron a destacarse en el
fútbol mundial. En deportes, Colombia es protagonista en todos lados.
“Una nueva generación de deportistas”, dicen
algunos; “un gran momento”, califican otros, “un proceso serio” se atreven a
decir; y no falta el que considera los logros de ahora como asuntos del azar:
“estamos de suerte”. Ni lo uno ni lo otro. Puede que haya un poco de las cuatro
cosas, sí, pero ninguna de las cuatro es determinante. El análisis tiene que tener
más fondo y no puede ser tan emocional para decir que somos los mejores del
mundo, o tan venenoso para no valorar lo hecho.
Los deportistas colombianos son muy buenos, tienen
calidad. Los de ahora y los de antes. Por biotipo, por vocación, por técnica,
por trabajo, por capacidad de superación, por terquedad, por capacidad de
aguante, por necesidad, por oportunidad de vida y por múltiples razones más.
Siempre ha sido así. En muchos deportes, los colombianos hacen parte de la
élite de la alta competencia en el mundo. Si ahora ganan algunos eventos que
antes no ganaban, y si los miran con más respeto en el concierto mundial, donde
muchas veces los subestimaban, es por un asunto de oportunidades y porque antes
no sabían de su potencial. Antes, el deporte, como muchas otras actividades de
Colombia, la música por ejemplo, era más parroquial. Hoy, globalizados, tienen
más protagonismo.
Deportistas buenos hemos tenido siempre;
oportunidades y apoyo, pocas veces. Las de ahora, sin ser las ideales, son más.
Todavía estamos lejos de tener un deporte de alta competencia con la
estructura, el apoyo, la organización y hasta la normatividad jurídica
necesaria. La Ley del deporte hay que cambiarla, administrativamente hay que
madurar, la empresa privada debe mirar al deporte como una oportunidad de
promoción y negocio, los vicios de la política y la mentalidad de avivatos hay
que alejarlos del sector, los medios de comunicación deben repensar sus
contenidos en relación con el deporte, y algo de fondo se debe hacer para que
el país entero construya una verdadera cultura deportiva.
Es tiempo de cambiar, como diría Juanes. Hay que
hacerlo ya. Justo cuando ganamos, cuando nos emocionamos, cuando estamos
orgullosos, cuando somos potencia reconocida y ratificada en el continente;
ahora que nos miran con respeto y hasta nos temen. Los cambios estratégicos
comienzan cuando las empresas están bien. No esperemos una gran derrota o un
mal momento para revisar nuestro deporte. Los deportistas siempre estarán ahí,
con su calidad, porque son buenos; pero hay cosas en el deporte que nunca han
sido buenas, y deben cambiar.
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