La vuelta está más viva que
nunca
Por Jhon Jaime Osorio
@jhonjaimeosorio
Publicado en la columna "De largo aliento" del periódico El Deportivo el 25 de junio de 2012
Si se midiera por el cubrimiento de los medios
nacionales, la Vuelta a Colombia sería un evento de poca importancia. Si el
referente fueran los comentarios de los conductores que perdieron una mañana en
una vía cerrada, la Vuelta sería un absurdo, porque “cierran una vía principal
para que pasen solamente 150 ciclistas”. Si el indicador es la presencia de
gente en las calles, el impacto en las ciudades intermedias y el fervor que
despierta en cada kilómetro, es de los pocos espectáculos deportivos grandes, gratis
para el público, en el que se reúnen sentimientos, emociones, pasiones y una
fiesta sin igual.
Muchos, con mirada reduccionista y ligera, la
critican sin verla, sin sentirla, sentados en sus oficinas, lejos de las
carreteras, tomando como referencia la poca información de los noticieros de
televisión. Otros, románticos empedernidos, quieren compararla con las Vueltas
de antes, viven de la nostalgia y poco saben de la transformación de este
deporte en estrategias de carrera, en nombres de ciclistas y equipos, y en
recorridos. La ausencia de los mejores del lote nacional por su temprana salida
al mercado europeo no la opaca. El año
pasado, por ejemplo, Sergio Luis Henao peleó la Vuelta hasta el último día, y
hoy es de los más importantes hombres del Sky en el pelotón internacional.
Finalmente, algunos critican porque “El Gato”
Cárdenas, un cuarentón, es el protagonista. Enhorabuena regresó de Europa tras
cumplir su ciclo allá, para enseñar lo aprendido y para demostrar que el
deporte no es de edad sino de condiciones.
El ciclismo
tiene sus enemigos gratuitos, pero por fortuna también tiene sus amigos leales.
De los primeros hablaré cuando los vea en una carretera, en una llegada de
etapa, en un transmóvil o montados en una bicicleta en recorridos de 6 horas. A
los segundos, los leo a diario, los veo, los escucho y los doy RT; gracias a
ellos y a ese pelotón de hombres de acero, porque ya sus caballitos no lo son,
la Vuelta sigue viva y vibra. En la llegada al barrio Aranjuez, el sábado, pude
sentir su latir, y en la crono de ayer a Palmas, volvió a palpitar.
El problema es que a su paso, la Vuelta nos recuerda una geografía olvidada y nos
registra unas vías vergonzosas; tal vez sea por pena a ese registro que muchos
prefieren ignorarla.
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