Siempre hay una primera vez
Por Jhon Jaime Osorio
Publicado en la columna "De largo aliento", en el Deportivo, el lunes 26 de marzo de 2012
La agresión verbal es tal vez uno de los pecados más confesados por los colombianos en estos días previos a la Semana Santa. El insulto y la ofensa son acciones tan cotidianas como comer o caminar. Los improperios se escuchan diariamente cuando conducimos, jugamos, vemos el fútbol o cuando montamos en bus. Debemos reconocerlo: somos un país de insultos. Eso sí, que sean común hacerlo no quiere decir que sea válido. Además, que sea tan frecuente no quiere decir que no tenga sanción; y aunque el delito sea común, para la Ley siempre hay una primera vez.
Seamos sinceros: cualquiera que vaya a fútbol en Colombia sabe que los hinchas del Pasto no fueron ni los primeros ni los únicos que han agredido con insultos racistas a los jugadores de otro equipo; en este caso de La Equidad. Un simple ejercicio de lectura de labios en cualquier partido de los que vemos por Directv bastaría para comprobarlo. Eso sí, debemos reconocer que el árbitro Juan Carlos Gamarra sí es el primero que reporta esta actitud censurada y castigada en el mundo del fútbol; y si no lo fue, al menos es la primera vez en la historia que la Comisión Disciplinaria se ocupa de revisarlo y aplicar lo que dice el reglamento al respecto en el Artículo 104 del Código Único de la Federación.
Ahora bien, ya que nos acordamos de la Ley, valdría la pena que la Dimayor revisara muchos hechos similares que a diario se presentan en el fútbol y no se quedara en el hecho puntual de Pasto, porque empezaría a ser sospechoso que solo aplicara el reglamento en ese caso específico. Que tal los cánticos de muchas barras en los estadios, que en sus letras agreden y ofenden al equipo adversario por su condición racial, por su procedencia geográfica y en algunos casos, hasta por su condición económica. ¿Amerita sanción?, o cuando es cantadito sí vale…Creo que por ahí podríamos comenzar a poner en cintura este fútbol, que si bien es la diversión de muchos no puede ser un espacio para pecar y contravenir las normas.
Con la multa de 11 millones de pesos que le pusieron al Pasto, la Dimayor se acordó que normas hay, pero que falta aplicarlas. Además, nos hizo tomar conciencia todos, no solo a los pastusos, de que educación en el fútbol no hay y falta quien la asuma. Queda ahora una expectativa en el país: el rasero debe ser el mismo para todos. Por ahora: a cuidar la boca y a respetar a los demás. El fútbol es un juego, la dignidad humana no lo es.
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