Por
Jhon Jaime Osorio
@jhonjaimeosorio
Publicado en la columna "Tiro libre" del periódico Qhubo el 29 de agosto de 2012
Esta
vez fue en el partido Medellín-Huila. El
árbitro no vio una mano en el área de un defensa huilense, luego la pitó porque
el juez de línea corrió hacia el área, y finamente se arrepintió por una razón
que solo él conoce. Un hecho que ya hoy es anécdota, pero que sirve de pretexto
para pensar nuevamente en el arbitraje; oficio que resiste todo tipo de
adjetivos, especialmente en Colombia donde no es una actividad profesional.
El
problema de fondo no es si los arbitrajes son buenos o malos. Es parte del
juego. El fútbol está diseñado para el error humano, y sobre todo en el trabajo
del juez. Debe ser mejor atleta que quienes lo juegan, sus decisiones son
inmediatas, su trabajo es de apreciación y no tiene garantías ni apoyos
tecnológicos para apoyar sus juicios. Así lo ha querido la FIFA siempre. Por
eso, que Nicolás Gallo pite o no la mano en el área de Jonathan Murillo, o que después se ponga nervioso por la decisión que
tomó, son asuntos que pueden pasar en todos los estadios del mundo. Terrores
tan evidentes no son tan comunes, pero son posibles. Lo de fondo en este caso,
es lo que puede pasar ahora.
La
Comisión Arbitral evaluará el video, tras la protesta que envió el DIM.
Seguramente, no repetirá el partido, como pidió el cuadro escarlata; y sancionarán
a Gallo. El juez dejará de pitar algunas fechas, o muchas. Mientras purga su “drástica
sanción”, se dedicará a su oficio principal; seguirá con sus estudios de Administración
de Empresas en la Universidad Nacional. Como Gallo, la mayoría de los árbitros
de este país ejercen el oficio como una opción de ingresos adicionales, no como
su profesión principal; así ellos lo asuman con toda seriedad. En Colombia el
arbitraje no da para vivir, de allí que nuestros árbitros, antes de ser jueces
de fútbol, sean abogados, mensajeros, estudiantes, negociantes o se dediquen a
cualquier otra profesión.
Es
un contrasentido que una liga de fútbol jugada por profesionales sea pitada por
personas que no viven del arbitraje. El camino necesario es la
profesionalización. No garantiza que los errores no se cometan, porque seguirán
apareciendo; pero sí puede ser la mejor forma de exigirles a los árbitros una
dedicación total; una concentración permanente en el juego. Y viéndolo bien,
sería una manera de que los dirigentes del fútbol demostraran que la calidad
del juego sí les interesa.
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