miércoles, 1 de julio de 2015

La Copa no es la Eliminatoria


En medio de tanto alboroto en países como Brasil y Colombia porque sus selecciones no mostraron el fútbol esperado, es bueno recordar que la Copa América no es la eliminatoria; que son dos torneos muy diferentes y que lo que vimos en Chile de muchos equipos no será lo que veremos de ellos en la fase de clasificación al mundial. La Copa no puede ser el termómetro para medir la temperatura de cara a Rusia 2018.

La Copa se juega en 3 semanas seguidas; la eliminatoria en 2 años. En la primera, la planeación es a corto plazo; en la segunda es una proyección. La primera se juega en un solo país, en unas condiciones climáticas específicas y con un público determinado que es casi el mismo en todos los partidos. Una cosa es inscribir 23 jugadores, que son los que deben afrontar los 6 posibles juegos y tener que improvisar en medio de las adversidades, como le pasó al profesor Pékerman ante Argentina; y otra muy diferente es poder rearmar el equipo con cualquier jugador del país de un partido para otro. En la Copa se puede jugar siempre a empatar; de hecho Paraguay llegó a la final en el 2011 sin ganar un solo partido; en la eliminatoria hay que ganar partidos, empatar siempre no clasifica.

Sí, sé que lo anterior suena obvio, que es el agua tibia en materia de fútbol; pero debería ser elemental también tenerlo en cuenta a la hora de valorar lo que cada selección ha hecho en la Copa. Lo que se hizo en Chile no es el rasero de lo que va a pasar en la eliminatoria, no puede serlo. Nunca lo ha sido. Sería absurdo creer que los 4 semifinalistas de la Copa son los llamados a clasificar al mundial. En Brasil ya hay muchos pidiendo la cabeza de Dunga y en Colombia otros tantos descalificando a Pékerman, mientras  en Bolivia y Venezuela hay quienes hacen fiesta vendiendo la ilusión de que tienen equipos para pelear la clasificación. Ni lo uno, ni lo otro.

Dunga y Pékerman cometieron errores para la Copa, claro que sí. Seguramente se equivocaron en planteamientos, en la confección de la nómina, en darles titularidad a algunos jugadores, en los cambios y en muchas cosas más. De eso se ha hablado toda la semana. Se equivocaron en el torneo corto, en el puntual, de haber acertado todo estarían en la fiesta final; pero ojo que ya ambos acertaron en una eliminatoria con la Selección que ahora dirigen. Ambos tuvieron problema en el corto plazo pero ya demostraron que son buenos en la planeación larga. Eso es lo que viene ahora.

A mí también me hubiera gustado ver a Colombia Campeón. Lo di favorito. Pudo haber sido mejor, pero se cometieron errores. No lo veo con tanto drama, era un torneo corto. Ahora viene el camino a Rusia, que no será fácil, y es un camino largo. Son torneos distintos. Le tengo fe a los procesos, no a los momentos. Creo.


La pelota sí se mancha


Arturo Vidal chocó su Ferrari cuando conducía bajo el efecto del alcohol, casi 2.000 hinchas lo acompañaron toda la noche afuera de la comisaría y luego en el juzgado. Lo multaron, lo dejaron libre y a los dos días jugó. La justicia no lo trató como a un ciudadano común; sino como a un ídolo. A los dos días jugó. El técnico Sampaoli no lo sacó del equipo y dijo que la selección está por encima de todo. En el estadio fue ovacionado.

Neymar fue expulsado al final del partido con Colombia. Luego en el camerino increpó e insultó al árbitro. Luego de varias discusiones la Comisión Disciplinaria de la Conmebol lo sancionó de oficio con 4 fechas. El jugador salió a decir que no había hecho nada y muchos periodistas salieron en su defensa. "Si lo hubiera hecho", dijeron algunos, "hasta razón tendría". Claro, fue cazado, "con z", enfatizó el carbonero Helio Rossi, "por una banda de malparidos". Es Neymar.

El papá de Edison Cavani atropelló un motociclista y lo mató. Su hijo fue convencido por el técnico Tabares para que permaneciera en la selección. "Un asunto personal que nada tiene que ver con el juego del equipo", puntualizó en entrenador. Jugó contra Chile y se le vio desconcentrado. Lo provocaron y cayó en la trampa. Salió expulsado. Estaba mal por lo de su padre, pero la Selección lo necesitaba.

Precisamente , el chileno Jara fue el provocador de Cavani. En un acto obsceno, "le hizo tacto anal" y lo sacó de casillas. Jara terminó el partido y todo el estadio lo aplaudió. "Se lo merecen los uruguayos por mañosos", dijo el comentarista chileno del lado.

Esta Copa América nos va mostrando poco a poco que la pelota sí se mancha. Que no solo los directivos son corruptos. Que los mismos jugadores, que tanto hablan de la  pureza del juego, terminan apelando a las mañas y al engaño como fórmulas para el juego. Que los famosos "códigos del fútbol" lo permiten todo. Que la sociedad es alcahueta con actos salidos de la Ley, porque la Selección está por encima de todo.

Lástima. El fútbol no puede estar por encima de todo. No puede ser más importante que el dolor de un ser humano. No puede ser ejemplo de trampa. No puede seguir siendo escenario de corrupción. El fútbol no puede ser justificación de nada.

Buena sede, buena Copa


Terminó la primera fase de la Copa y hay que decirlo con claridad: Chile estuvo a la altura. La organización del torneo de selecciones más antiguo del mundo respondió. Los inconvenientes fueron menores, típicos de nuestra realidad latinoamericana. Pasadas dos semanas hay que decirlo: qué buenos anfitriones.

Lo más cuidado y por lógica debe ser así, son las canchas. Impecables. Los estadios, en su mayoría, hermosos y cómodos. Con una  excepción: el Nacional de Santiago; que por su avanzada edad, a pesar de los maquillajes y ajustes ya no se adecua a las necesidades postmodernas.

No sé qué dirán los turistas, porque estas líneas tienen la mirada de quien viene a trabajar en medios y la verdad, desde esta perspectiva no hay queja alguna. La cordialidad de la gente chilena, la fuerza pública amigable y prudente, el numeroso grupo de voluntarios, la señalética en los escenarios, los precios normales en las zonas de comida y los recursos técnicos de conectividad están a la altura de un gran certamen.

Lo tedioso del certamen no es culpa de Chile; más bien es característico de esa estructura construida por capricho de la cuestionada organización del fútbol. Unos ídolos cada vez custodiados y más lejanos a la gente del común, la falta de claridad para asuntos como la sanción a Neymar, la programación de partidos privilegiando el interés del negocio por encima del fair play o la presencia de equipos con nóminas B como México. Lunares grandes. Bueno, tal vez el cuatro años, en la próxima copa, con una Fifa y un fútbol saneados (será?) algunas de estas cosas cambien.

Lo reitero: Chile estuvo a la altura de la Copa. Lo que no está claro todavía es si la Copa estuvo a la altura de Chile.

Después del 1-0 a Brasil toca aprender


Lo importante de las caídas es la forma como uno se levante. Ahí radica la importancia de la victoria de Colombia. Dos días después, las sensaciones siguen siendo múltiples, pero las reflexiones deben ser mayores.

La primera lección aprendida es que hay que creer más. Lo pidió James después de la caída ante Venezuela. La dramatización al extremo en la derrota y la celebración excesiva en la victoria son parte de nuestro adn. Podemos cambiar un poco, al menos intentarlo; es más, debemos hacerlo. Es asunto se credibilidad cuando los proyectos son serios. El de Pekerman lo es.

El fútbol es una montaña rusa. Se gana y se pierde. Obviamente, hay formas de hacerlo. Y formas de asumirlo. Por ejemplo, las declaraciones de Dunga en la rueda de prensa post juego dejaron en evidencia su falta de grandeza. No asumió sus responsabilidades. Le atribuyó todo al árbitro y según él, a la pierna fuerte de Colombia. Segunda lección: en la derrota se conoce al verdadero caballero.

Una más: antes del partido, En la conferencia de prensa de Pékerman con Cuadrado, la actitud del Pekerman sonriente sorprendió por su buen humor y su tranquilidad. Hasta le hizo bromas a juan Guillermo cuando le preguntaron por la llegada de Falcao al Chelsea. Una invitación a leer entre líneas. Otra lección a repasar.

A muchos kilómetros del juego, la lección más importante: un niño murió en Medellín por una balacera en medio de la celebración. Sin palabras. Más que hablar de táctica, de identidad futbolística, del resultado, de la Copa, de Pékerman o de Neymar, es hora de hablar de cosas simples, mucho más importantes y significativas que el fútbol. Hay que hablar del valor de la vida. Lección que no hemos aprendido.

martes, 16 de junio de 2015

La frustración debe ser temporal, no absoluta

El fútbol, como la vida misma, es un juego de incertidumbres. Nada es seguro. Aunque es más simple lo de fútbol, que de reduce a tres posibles resultados y a una forma de vivir, o bueno, de jugar. Más allá de lo que significa el deporte, la vida es mucho más compleja, y a veces, cuando ingenuamente creemos que se reduce solo a la pelota, sufrimos demasiado sin necesidad, creo. Eso nos pasa con la Selección. Perdió con Venezuela y el drama fue total.


Tal vez sea esa forma tan colombiana de asumir la frustración como algo absoluto, sin matices, lo que no nos permite ver más allá del resultado. Tal vez sea esa sociedad culpógena que somos la que no nos da para buscar explicaciones racionales a la derrota.

Colombia perdió porque le faltó ritmo, porque no tuvo definición, porque su circuito de generación de fútbol no se conectó, porque cayó en el juego de choque que propuso Venezuela al principio, porque le faltó liderazgo, porque hay jugadores sin ritmo de competencia, por muchas otras cosas, y sobre todo porque Venezuela fue muy superior. Muy superior. Ellos también trabajan, ellos también juegan.

Ojalá ya haya pasado el guayabo. Ojalá ya no sigamos buscando culpables. No podemos quedarnos ahí. Como en la vida, hay que levantarse y seguir. Hay que decir: lección aprendida. Se perdió uno. Ahora quedan dos. Toca levantarse ante Brasil, y si no se puede, pues toca pensar en una buena eliminatoria. La frustración siempre es temporal.

Creo que Es el frío de Santiago, o la lejanía del hogar lo que lo pone a uno reflexivo, filosófico y hasta trascendental. Aún perdiendo con Venezuela, la vida sigue. Como dijo alguna vez el profesor Maturana: hoy los pajaritos vuelven a cantar.

miércoles, 10 de junio de 2015

Las damas del rugby hicieron historia

Ganarle a Argentina en Argentina, quedar campeón suramericano en condición de invicto y conseguir el único cupo que entregaba el torneo a los Juegos Olímpicos de Río es un logro enorme para el rugby femenino colombiano. Cualquiera de las tres cosas sería suficiente para calificar el hecho de hazaña. Las tres al mismo tiempo aguantan un calificativo adicional: histórico. Tal vez mucho no lo dimensiones, pero es de ese tamaño.

En los últimos cinco años, el rugby es tal vez de los deportes de mayor crecimiento en el país en número de practicantes. Es correcto decir que el desarrollo de este deporte en Colombia les dio muchos años de ventaja a los demás países del continente. Basta recordar que en la modalidad tradicional Argentina ha sido campeón mundial y Uruguay ha sido protagonista. En la modalidad de seven, que fue la incluida en el programa olímpico de Río, los nuestros, damas y varones, no pasaban del sexto lugar en los torneos continentales.

Hoy, cuando Las Tucanes regresan al país con el gran botín, hay que recordar que en deportes de conjunto, en toda la historia olímpica, Colombia solo había conseguido clasificar en fútbol masculino, con todos los recursos y apoyos del caso. Para el 2016, ya las chicas del fútbol, a las que todavía se les mira de reojo en el balompié por parte de patrocinadores, dirigentes, periodistas y aficionados, habían asegurado su casilla. El mismo logro lo consiguieron las niñas del rugby, con circunstancias muy especiales: un deporte sin mucha historia en nuestro medio, sin mucho presupuesto, sin liga profesional ni torneo regular y enfrentado a diario a la mirada machista de una sociedad sin cultura deportiva que todavía no se reconoce en otras prácticas diferentes al fútbol. Eso sí, con unos directivos, unos técnicos y unas deportistas soñadores y ambiciosos.


A la fecha, son 44 colombianos los que tienen cupo ganado a los Olímpicos de Río. La mayoría femenina es muy notoria. El fútbol y el rugby como deportes de conjunto en damas, y el ciclomontañismo  y el atletismo como disciplinas individuales, este último con deportistas en maratón, marcha, velocidad y salto largo,  ya aseguraron representación.  Faltan 424 días para los juegos  y Colombia ya casi tiene en número, la mitad de la delegación que fue a Londres.   Seguimos en bonanza, en subienda, en cosecha deportiva. Ojalá no la dejemos pasar y lo que hacen heroínas como las chicas del rugby sirva para pensar un mejor país deportivo en el futuro cercano. 

martes, 26 de mayo de 2015

¿De qué está hecho Contador?


Hace ocho días lo vimos caer, recibir la camiseta sin poder mover la mano, entrar a una ambulancia, salir una hora después con muestras de dolor con un diagnóstico de luxación de hombro y declarando que iba a esperar la evolución en la noche para saber di podía seguir en competencia. Hace tres días lo vimos en el piso, involucrado en una caída que le costó el liderato y diciendo que le dolía mucho la pierna. Hoy lo vemos sólido como líder del Giro, defendiendo su camiseta rosa y subiendo sin dificultad. ¿De qué está hecho Alberto Contador?

Para ser ciclista hay que tener un umbral del dolor muy alto, o incluso, no tenerlo. Verlos en acción luego de caídas y golpes no solo causa admiración sino también sorpresa, y en muchos, hasta desconfianza. Hasta llegamos a dudar esta semana  de la luxación o el dolor en la pierna de Contador.

El español es sin lugar a dudas uno de los mejores pedalistas de ruta en el mundo. Ya acumula 6 victorias en grandes vueltas y en Italia está rodando hacia su séptimo título. El oscuro episodio del 2010 en el que salió positivo en el Tour quedó atrás como un lunar en su carrera, y lo hecho en el Giro, calificable solo  como hazaña, demuestra que sigue siendo uno de los más grandes del lote ciclístico internacional, y que si algo tiene como deportista es coraje para correr en medio de la adversidad. Hace ocho días se decía que con una luxación de hombro sería un milagro que terminara el Giro, hoy, con luxación y todo, el milagro sería que otro ciclista anduviera mejor que él en el Giro.

Algunos se quedarán aferrados al mal momento del 2010 para demeritar lo que hace el hijo más ilustre de Pinto. Claro, se creen humanos perfectos y les cuesta entender que los demás tenemos debilidades. Otros, que lo cuestionamos en su momento por el error, le admiramos su entereza para volver a ser un gran ciclista  y lo disfrutamos mientras devora cada kilómetro, inclinado  hacia la izquierda por el dolor que todavía guarda en su hombro. 


Contador en Italia va camino a la hazaña y acumula puntos para que lo miremos como leyenda. ¿De qué está hecho?, sencillo: de lo mismo que todos los ciclistas. De amor obsesivo por lo que hace. 

sábado, 23 de mayo de 2015

Desolación futbolera, desolación social


La sanción de la Conmebol al Boca Juniors no dio ni rabia, no dio ni risa; solo dio desconsuelo. Los que pensamos el jueves viendo lo que pasó en el partido que el fútbol había tocado fondo nos equivocamos, faltaba que los directivos lo hundieran aún más con una decisión ridícula y absurda.
 
Para anunciar la sanción, la Confederación Suramericana hizo una campaña exagerada de expectativa, promocionando sus redes y su página web; y la esperada resolución terminó ser un castigo blando, sutil, con énfasis en una multa que solo servirá para engrosar las cuentas bancarias de la entidad.

Queda claro que a los señores que manejan el fútbol en Suramérica solo les interesan dos cosas: el dinero y el show. Bueno, no solo a ellos. A muchos de nuestros mal llamados "dirigentes" del deporte les interesan únicamente esas dos cosas. Ejemplos sobran.

Hasta aquí no he dicho nada nuevo. Solo le he dado forma en texto a la desolación que sentimos con estos hechos quienes queremos entender el deporte como un fenómeno social que va más allá del negocio y de la competencia y vemos en él otras aristas más útiles para la sociedad. Después de esta semana, vamos perdiendo por goleada.

Lo del Boca-River del jueves y la farsa de la Conmebol tres días después nos mostró el deterioro, en la cancha y en el escritorio, que ha sufrido el fútbol en los últimos años. No hay valores, se perdió la equidad, no se puede hablar de justicia. El fútbol cada vez más queda reducido a  la acción de ganar como sea, sin importar la forma, el precio que haya qué pagar; sin importar cómo ni a costa de qué, o de quién. Lo que pasó en el partido y la estúpida decisión posterior fueron hechos que validaron y dieron licencia para que sea así.


Tan bajo cayó el fútbol que la consigna es que si tu equipo no puede ganar debes hacer lo que sea, sin importar qué, para que el rival tampoco lo pueda hacer. Deprimente. Y mucho más, que quienes manejan "el negocio" acoliten esta idea. Qué sinvergüenzas. Claro, si miramos alrededor lo vamos a entender. Las suramericanas, somos sociedades del engaño, de la prebenda, de la turba, sociedades lanza-gases, sin control y con unos dirigentes estilo Conmebol. 

martes, 5 de mayo de 2015

La pelea de todos


Hermoso encanto tiene el deporte: no es de nadie y es patrimonio de todos. No se necesita saber para hablar de él. No tiene que gustarle a quien lo mira. No distingue clase, nivel económico o raza. No nos pone de acuerdo nunca. Tiene que ver con todas las demás actividades humanas. Nos divide por el resultado pero nos une alrededor de identidades momentáneas o permanentes. Nos pone a "botar escape" en redes y bares. Es un fenómeno universal.

La pelea del sábado, por ejemplo, es una muestra de la importancia que ha alcanzado el deporte como fenómeno social, como negocio, como espectáculo y quien lo creyera, hasta como competencia deportiva.

Daba gusto, y un poco de risa lo confieso, leer en las redes los mensajes y análisis de los “intelectualoides” del país escarbando en una vieja e insulsa polémica sobre la validez del boxeo como deporte; gastaron palabras necias mientras por encima de sus lentes clavaban la mirada en el segundo o tercer asalto de la pelea. Leí también a aficionados de ocasión cargando sus duras críticas a los jueces por el resultado entregado; sin saber siquiera cómo se llena una tarjeta y cuáles son los criterios de calificación. Ni hablar de los comentarios racistas contra el campeón, las apologías religiosas a Pacquiao, o las remembranzas a Alí con comparaciones atemporales y forzadas para tratar de explicar “por qué el boxeo ya no es el de antes”.

Al final, fuimos muchísimos los que vimos la pelea; ese en el fondo era el objetivo del negocio. La mayoría terminaron de hinchas de Pacquiao; gracias a la solidaridad con el perdedor o la identidad con el más humilde que son propias de la actividad deportiva. Para casi todos la pelea no fue tan buena y quedó debiendo; ahí es donde aflora el concepto de espectáculo como aquello hecho para ser visto primando sobre las normas o la estrategias de competencia. Solo algunos estudiosos de este deporte, los que sí saben de boxeo, los que lo han estudiado, conocen sus reglas y lo han seguido por años, en el round a round nos fueron explicando como Mayweather labró su victoria... Y claro, se ganaron los insultos de ocasión. Explicar desde el conocimiento, sin apasionamientos desmedidos y enceguecedores, parece ya no tener mucho eco en la sociedad.


El deporte es de todos, es universal y tenemos derecho a verlo y a opinar; pero va siendo hora de mirarlo más allá del esnobismo de ocasión o de la pasión desenfrenada. Es un derecho verlo; pero es un deber saber de él. Con seguridad se disfruta más.

lunes, 27 de abril de 2015

¡Vida eterna al Micro!


No es casual que Colombia sea un país que gane siempre en deportes “de a uno”.  Somos potencia mundial en ciclismo, bicicross, patinaje, judo, lucha, pesas, taekwondo y muchas otras disciplinas individuales. En conjunto hemos ganado muy poco. Las razones son múltiples y obvias, empezando por el apoyo y la inversión que se hace más fácil y económico en un deportista que en un colectivo; y siguiendo por lo cultural: somos un pueblo que no sabe juntarse para trabajar por el objetivo de todos y siempre pensamos en el “cómo voy yo ahí”. Buen tema para discutir, pero no hoy, porque mis párrafos los dedicaré a ponderar lo hecho por el microfútbol nacional. Campeones mundiales, sin discusión, apabullando a todos los rivales, con la valla menos vencida, en Bielorrusia, sin angustias y repitiendo título de forma consecutiva.

Yo jugué micro. Era malo para el juego, pero lo disfrutaba mucho. Pasar por las placas de cemento de barrios y pueblos cada ocho días - no por coliseos ni canchas sintéticas -  me dio una lectura de este deporte, que va más allá de  lo competitivo o lo importante del juego. Este deporte expresa la forma de ser del hombre de barrio que se la rebusca y la disfruta; del colombiano de la calle, del tipo común y silvestre; del muchacho de la esquina que entre chanzas y gambetas, y muchas veces sin saber, se juega la vida en un callejón. Ese “fútbol de atrio”, como despectivamente lo llaman algunos, expresa la vida simple y cotidiana  de la gente el común. El micro nos recuerda nuestras raíces populares. Tal vez sea eso lo que más gusta de este deporte, y lo que incomoda a algunos que tratan de demeritarlo.

En deportes de conjunto Colombia solo ha sido campeón del mundo en beisbol (Mundial amateur 1947 y 1965), hockey sobre patines (mundial B en 1988), polo acuático (mundial B en 2007), ultimate (mundial sub 20 en 2012) y microfútbol (2000, 2011 y 2015).  Algún mensaje de fondo debe haber más allá del simple dato. Sobre todo con el tricampeonato del micro; un deporte que todo colombiano alguna vez ha jugado; hasta yo, que reitero, fui malo.

Tal vez esa cercanía con el pueblo explica por qué la Fifa vio en esta disciplina otro gran negocio y montó el fútbol sala como otro deporte bajo su manejo. Ese es un lío político – económico y administrativo difícil de explicar en las líneas que me quedan, pero ojo que en Futbol Sala Fifa ya fuimos cuartos en un mundial. Algo tenemos los colombianos para jugar a la pelota en espacio reducido, para ser solidarios, para pensar en el equipo, para trabajar en equipo… cuando el colectivo es de gente humilde, de gente del común. 


Fue emocionante ver cómo esta disciplina de barrio, sin transmisión por las grandes cadenas, solo con una señal vía internet y mucha información en redes sociales unió al país con un nuevo título del mundo. El micro no es un deporte olímpico y no es el de la poderosa Fifa, pero ganamos el mundial... Los colombianos deberíamos pensar más como micreros.  

lunes, 20 de abril de 2015

Hay días así…

Sábado 18 de abril de 2015. Para muchos, un día más. Par el deporte de Colombia, uno muy especial. Uno de esos días. Día de bonanza, de subienda, de cosecha, de buenas noticias. Uno de aquellos días que no pueden pasar desapercibidos, sin ser mencionados y recordados.  La razón, una sola: los deportistas nacionales brillaron en todos los rincones del mundo. Lo hacen siempre, pero el sábado lo hicieron todos al mismo tiempo. Fue tanto el brillo, que nos encandiló al punto de no ver bien el mérito de lo hecho.

En Manchester, Mariana Pajón fue la única dama que bajó de 32 segundos en la prueba de time trial de la primera Copa Mundo del año en el BMX y se colgó el oro.  En Portugal, Eider Arévalo  abrazó el tricolor luego de su triunfo en el Gran Prix de RíoMar y aseguró el cupo número 23 de Colombia a los Olímpicos de Río. En Medellín, Sara López batió el récord del mundo en arco recurvo mientras competía en el campeonato nacional. En Bielorrusia, la Selección de Microfútbol arrancó con goleada, 5-0 a Venezuela, su presencia en el mundial. En España, Miguel Ángel Rubiano fue protagonista de la etapa de la Vuelta a Castilla y León logrando el tercer lugar, mientras James conseguía uno de los goles del Real Madrid en su partido de Liga.  En México, Camila Valbuena y Julián Cardona se colgaron sendos oros en la CRI de los Panamericanos de Ciclismo Juveniles. En Perú, los clavadistas juveniles ganaron su modalidad en los Suramericanos de Natación.  Y en Puerto Rico, “los sebastianes” Villa y Monsalve se metieron a finales en el Gran Prix de Clavados. ¡Qué nivel!

Lo más seguro es que la lista esté incompleta, que falten datos de "otros municipios". Nada raro en un día así, en que tanto triunfo y tanta noticia buena como que empalaga y no deja saborear de a una; y sobrepasa la capacidad informativa de los medios convencionales y monotemáticos, y hasta de las redes sociales y los medios digitales que no alcanzaron a detallar todas estas hazañas.

Uno quisiera más detalles de los triunfos de los nuestros, uno quisiera que en el país se les diera su real dimensión, uno quisiera unos medios registrando cada medalla y cada logro, uno quisiera cultura deportiva en todos los rincones del país. Ese es el sueño, el ideal. Por ahora no va a ser así. Y más en días como el sábado, cuando las buenas noticias se daban minuto a minuto y en todos los rincones. El sábado, ni las redes sociales alcanzaron para dar cuenta de tanto.


Hay días así y ojalá lo fueran todos. Así nos quedemos cortos; así los deportistas nos sigan sacando ventaja.

domingo, 19 de abril de 2015

Volvió Henao, ¡y de qué manera!


Sergio Luis Henao no perdió. El subtítulo en la Vuelta al País Vasco no fue una derrota. El resultado no tenía por qué generar desazón. Nada de eso. Aunque suene absurdo, lo menos importante en este caso era ganarle en la Contra Reloj a Purito Rodríguez. Por algún extraño dejavú me acordé de Rigoberto Urán, colgándose la plata olímpica, con mucha gente frente al televisor lamentándose porque miró para atrás en los últimos metros.

Seguir el ciclismo, y en general el deporte, es una buena manera de entender que los colombianos somos un pueblo para el que el vaso siempre está medio vacío. Somos arribistas. Solo nos sirve ganar. Y la mayoría de las veces, ganar como sea. Cuando no ganamos, independiente de las circunstancias, hablamos de desazón, amargura o fracaso.

Para muchos es difícil entender que el reto para Henao no era ganar, sino volver; y aunque suene medio filosófico: volver a ser. Llevaba un año sin correr, la del país Vasco era su segunda carrera después de la lesión en Suiza hace 10 meses, y la primera en la que iba a tope. Desde su llegada a Europa, por múltiples razones, había sido intermitente, pero ahora se le ve brillar con solidez.

Henao volvió a ser... el pedalista fuerte del 2010 ganador de la Vuelta a Colombia; el coequipero estrella del 2013 que con licencia de su capo protagonizó la Flecha Valona y fue podio en el País Vasco; el complemento que necesitaba Froome en el Sky; el otro gran escalador colombiano. Regresó un grande que por diferentes razones, en los 4 años que lleva en Europa, no ha podido consolidarse como Urán y Quintana. Por eso, Henao no perdió... porque volvió para consolidarse, ¡y de qué manera!

La Contra Reloj final del País Vasco no puede dejar amarguras. Henao debe estar disfrutando el sabor del regreso, del buen regreso, que siempre será dulce.


P.D. Si me entendió la de Sergio Luis, seguro me entenderá la idea que sigue: Nairo tampoco perdió, fue cuarto, y está mirando adelante. 

martes, 7 de abril de 2015

El peor problema del fútbol son los papás


Mi hijo Miguel tiene cinco años y está en una escuela de fútbol. También está en natación y el año pasado estuvo en tenis. En su entorno escolar no escapó a la “jamesmanía” del 2014 y  pidió entrar al deporte de multitudes. Ahí va, aprendiendo, disfrutando, gozándose cada clase. Yo simulo leer al tiempo que observo en silencio cada uno de sus ejercicios. Sí, como si estuviera metido en la lectura. El grupo es de 15 y debo confesar que soy uno de los pocos padres que guardo silencio. Los demás gritan, vociferan, dan indicaciones y hasta regañan desde el mismo rincón en el que me encuentro. En medio de esa escena pienso en algo que alguna vez dije en una jornada de capacitación del Ponyfútbol: “el peor problema del fútbol son los papás”.

La afirmación suena dura y hasta podría contradecir algo que también he dicho y escrito varias veces: “sin padre de familia no hay deportista”, haciendo referencia al abandono que tiene en Colombia el deportista en formación, el de las categorías menores, esos infantiles que de los 6 a los 11 años visten con orgullo sus primeros uniformes del departamento pero que compiten de cuenta del bolsillo y esfuerzo de sus padres. Los institutos departamentales “guardan” el presupuesto para los juveniles y mayores “que son los que dan medallas verdaderamente importantes” (la frase me la dijo algún día uno de esos dirigentes miopes que poco conocen del deporte, pero que viven de él). Obviamente, no me refiero a ese tema, del que ya escribí alguna vez en este mismo medio.

Sé que los entrenadores y maestros de las escuelas y semilleros de fútbol entienden bien mi planteamiento de hoy; y también sé que algunos señores se van a incomodar. La verdad es que viendo las clase de mi hijo, y viendo como lo hago el fútbol de las categorías Pony, sub 14, prejuvenil y juvenil en los torneos de la Liga en mi departamento, puedo decirlo sin exageración: “los papás no dejan”. Se transforman en parlantes permanentes, cuando no es que se enojan y quieren imponer desde una reja o una tribuna una autoridad que no tienen en una clase o en un partido.  Está bien que acompañen, que estén pendientes y que apoyen, para eso estamos los papás. Pero eso de querer dirigir y mandar, eso de querer que el hijo sea el Messi o el James del futuro, eso de creer que el técnico no le ve al hijo las condiciones que tiene solo son muestras de impotencia, de ignorancia, o de ilusiones y fantasías absurdas en la que se montan los papás. Así de sencillo.

Tal parece que la “Jamesmanía” también contagió a muchos papás, que se creyeron el cuento de que en cada esquina de Colombia hay uno como el 10 de la selección. De cada 1000 que pasan por escuela de fútbol, 1 llega  a ser profesional, y no propiamente en el Real Madrid. Es una lotería. Juéguela, pero no deje que su vida dependa de ganársela.  Si los papás no dejan, el niño no aprende, y peor, no disfruta. No nos engañemos ni engañemos más a los niños, no los presionemos. Ellos tienen derecho a disfrutar de una vida social y a construir su propio futuro. Tienen derecho a que les guste el fútbol, como a mi hijo Miguel, o a que no les guste, independiente de si son buenos o no para el juego. Son niños. No seamos nosotros el problema. 

lunes, 16 de marzo de 2015

Unos Juegos de primera para unos deportistas de primera

Partamos de una realidad: las obras para los Juegos Nacionales del 2015 están muy atrasadas. Digámoslo de otra forma: a 8 meses del evento cumbre del deporte nacional estamos "colgados", “nos cogió la noche”. Analicemos un poco: como en todo lo relacionado con el deporte cuando de presupuestos y proyectos del estado se trata, faltó planeación, ¿o voluntad? Y ahora pensemos un poquito en los protagonistas: unos deportistas de primer nivel, como los nuestros, no merecen unos juegos nacionales de segunda. Todo indica que para allá vamos.

El presidente Santos le pidió esta semana al director de Coldeportes que en 15 días resuelva los obstáculos en las obras que se requieren para los Juegos Nacionales en Ibagué y Quibdó. Hay que apretar, claro, había que ponerse serios, por supuesto. ¿Pero es el momento para hacerlo? No creo. Si en diciembre del 2012 en Cali se anunció la sede del 2015, ¿por qué esperar más de 2 años para buscar los recursos, iniciar las obras y apretar los cronogramas? Repito: faltó planeación o faltó voluntad. Cualquiera de las dos cosas es lamentable. Es cierto que el país tiene muchas preocupaciones, pero el deporte no puede ser una menor; y menos ahora, que nuestros deportistas está salvando la imagen del país.

Uno quisiera ser optimista. Uno quisiera estar en unos Juegos bien hechos en Ibagué y Quibdó (que se los merecen), uno quisiera que todos los inconvenientes se superaran... Uno quisiera lo mejor para el deporte y para los deportistas, pero como están las cosas, a estas alturas, los Juegos Nacionales tendrán que apelar a un Plan B; con el agravante de que este tampoco parece claro.

En medio de estos "ires y venires" administrativos y políticos quedan varios miles de deportistas que en todos los rincones, del país y del mundo, que siguen entrenando en silencio, preparándose a tope, sin descanso, buscando su mejor nivel. Su objetivo: izar la bandera y hacer sonar el himno de su departamento como los mejores en cada prueba. Ellos sí tienen planeación, ellos sí tienen voluntad. Ellos trabajan sin descanso con sus entrenadores siguiendo su plan A: ser cada vez mejores. Triste contraste.


Insisto: los deportistas colombianos son de primer nivel y se merecen unos juegos de igual categoría. ¿O no? Nada más qué agregar. 

jueves, 12 de marzo de 2015

¿Usted sabe quiénes son nuestros deportistas?


El sábado fue un día histórico para el deporte colombiano, como muchos otros, pero pasó casi inadvertido, como casi todos. En Bielorusia, Jackeline Rentería ganó el oro en el Gran Prix; en Francia, Mariana Pajón ganó el Nacional bajo techo; en Brasil, la Selección de béisbol, dirigida por Luis Sierra y con un gran pitcheo de Javier Ortíz, se coronó campeona suramericana; en Italia, Rigoberto Urán fue séptimo en la Strade Bianche; en Montevideo Santiago Giraldo y Alejandro González fueron protagonistas en la Copa Davis; y en Estados Unidos, Jossimar Calvo fue sexto en la AT&T American Cup. El tricolor en alto de cuenta del deporte en todos los rincones del mundo, con deportistas que gran parte del país no sabe quiénes son. 

Por lo general, los países tercermundistas son potencia en una o dos disciplinas deportivas solamente. Focalizan sus esfuerzos al deporte que por condiciones geográficas, genéticas o sociales les da resultados y renombre; diseñan programas de apoyo a esas disciplinas y a la par de los resultados construyen ídolos que gozan del reconocimiento en toda la nación. Colombia es un caso atípico. Nuestro país es potencia en múltiples deportes individuales y excepcionalmente obtiene logros con ribetes de hazaña en disciplinas de conjunto. Somos un país brillante en deportes “de a uno” y es parte de nuestra idiosincrasia la dificultad para trabajar y conseguir logros en conjunto. Tal vez, eso explique en parte nuestro potencial deportivo pero también nuestra indiferencia frente a esos deportistas que cada ocho días se rompen por una medalla o un título internacional. El 90% de nuestros campeones son  anónimos y solo “mojan prensa” y ganan reconocimiento nacional cuando sus logros son de carácter olímpico; cuando la hazaña es de tamaño mayor.

No hay duda, somos un país de héroes deportivos anónimos, a excepción de los medallistas olímpicos. Difícilmente un colombiano del común sabe quién es Jossimar Calvo, reconoce en la calle a Javier Ortíz o conoce la historia de vida de Santiago Giraldo. Y coloco estos nombres para referirme básicamente a los que “figuraron” en sus deportes este fin de semana. Nos falta cultura deportiva, nos falta valorar lo nuestro, somos arribistas y triunfalistas y no entendemos la dimensión de lo que cada ocho días hacen en el deporte los nuestros.
 
En Colombia no sabemos quiénes son nuestros deportistas, pero todos sabemos hoy quién es Nicolás Gaviria. El escándalo de la semana puso en primer plano a este desconocido que gracias a una borrachera sobredimensionada en los medios cayó en ese lugar común de "tristemente célebre". Más triste y poco célebre es un país que se alborota solo con el escándalo, el morbo y todo lo negativo y no aprovecha el esfuerzo de sus verdaderos héroes, tal vez los únicos, sus deportistas, para construir ídolos y ejemplos de verdad.



jueves, 5 de marzo de 2015

... Y ya todos son burros?



Hace ocho días, Hernán Torres hizo un cambio defensivo jugando de local y la tribuna le gritó "burro, burro"; el partido lo ganó su equipo. Este fin de semana el silbado fue Alexis Mendoza, porque dejó en el banco a Jarlan Barrera. Juan Carlos Osorio recibe críticas cada ocho días; y ha ganado tres Ligas. La crítica dura y exagerada hace parte de la vida del técnico de fútbol; porque el fútbol es de todos.

En el mundo es igual. Cada ocho días si Falcao juega o si no lo hace, los calificativos negativos son para Van Gaal. El Barcelona en España tuvo dos partidos malos y medio planeta pedía la cabeza de Luis Enrique. Esa universalización del juego, esa presencia que tiene en la cotidianidad, nos vuelve a todos expertos y nos convierte en analistas de ocasión. El foco de la crítica siempre será el entrenador por la simple razón de que es él quien toma las decisiones.

Ahora, es claro que todos tenemos un concepto diferente del fútbol. Cada quien lo ve, lo vive, lo analiza y lo disfruta a su manera. Tal vez por esas múltiples miradas es que veo justo que cada que un equipo no funciona, la catarsis colectiva la hagamos únicamente contra el DT. Si somos tan variados para sentir el juego, así mismo deberíamos serlo para cuestionarlo. Esa maldito vicio que tenemos como sociedad de buscar siempre un culpable la descargamos sobre el entrenador, como si fuera el único factor.

Creo que para ser técnico de fútbol hay que tener teflón; sí. Pero también creo que para mirar el fútbol es necesario advertir variables. Simplificar la crítica a lo que el entrenador decide es desconocer actores determinantes como los jugadores, los directivos y los mismos árbitros, y circunstancias que inciden como el entorno, el estado de ánimo de los grupos, los condicionantes económicos, los patrocinadores y muchas más. Con todo respeto, Burro es aquel que reduce un universo como el fútbol al pequeño planeta del entrenador.

jueves, 26 de febrero de 2015

Campeones mundiales en promesas incumplidas


Otro título mundial para Colombia. Nuevamente una gran alegría.  La piel erizada escuchando el himno Nacional, esta vez en París. Una alegría más de cuenta de las ruedas. Sin señal de televisión, pero pegados a la pantalla del computador. Con drama por la caída cuando apenas empezaba la prueba, con emoción por la forma como se recuperó Gaviria y con mucha tensión por la matemática de la carrera y la resolución  de la misma. Una nueva página gloriosa de nuestro deporte, que sigue siendo nuestra mejor bandera ante el mundo.

Al final de la prueba, un nuevo héroe nacional; un ciclista joven, provinciano, humilde y aguerrido. Viéndolo en el podio volví a sentir ese orgullo grande por ser colombiano; pero al mismo, en medio de tanta emoción,  se me cruzó un pensamiento malvado por la mente que se convirtió en una respetuosa pero directa petición que lancé en mi cuenta de twitter: “Por si acaso, presidente Santos: no le vaya a prometer un velódromo a Fernando Gaviria que ya hay uno prometido”.

Pareciera una tradición en Colombia. Si un deportista gana, el mandatario de turno promete. Si hay medalla, hay tarima; y por supuesto foto con el protagonista de la hazaña. Y en medio del vitrinazo, frente al pueblo que orgulloso aclama a su ídolo, que obviamente  es el deportista (no sobra la aclaración), la consabida promesa de una casa, un escenario deportivo, la pavimentación del acceso al municipio de donde es oriundo el nuevo campeón, una beca, apoyo económico para que siga su carrera deportiva y cualquier otro elemento material que haga falta. El momento de la gloria es ideal para vender ilusión.

Tiempo después, viene la desilusión. La casa que nunca llegó, la beca que no es completa o el escenario que no se puede hacer. También vienen las explicaciones: falta la reserva presupuestal, la licitación que no se pudo hacer, la disculpa porque se disparó el costo del proyecto… A veces cumplen, es cierto; pero la mayoría de las veces no. El inventario es largo  y no vale la pena recordarlo.

Lo que requieren los deportistas de sus mandatarios de turno, locales, regionales o nacionales; de la administración pública y de la administración deportiva, son garantías reales para poder hacer quedar bien al país. Esas garantías deberían ser parte de la gestión y no palabras de ocasión.



lunes, 16 de febrero de 2015

¿Cómo recordar al pirata?

A Marco Pantani lo recuerdo con una pañoleta en la cabeza soltando al lote literalmente cuando le daba la gana  en las nevadas montañas del Giro. Recuerdo al escalador, al ciclista, al deportista que siempre admiré; así después me haya desengañado. Aunque todos lo hagan, no quiero recordar al ser humano con conflictos y momentos oscuros (todos los tenemos) y con un final dramático del que siempre aparecerán nuevas y confusas versiones.

Ayer vi, oí y leí a más de uno ocupado de lo último y sin una sola línea para lo primero. Pese a que la leyenda se esfumó por temas de doping y a que el mito se derrumbó por las circunstancias de su muerte, sigo recordando a Pantani como uno de los grandes animadores del lote ciclístico mundial. Ganó un Giro y un Tour, y lo vimos colgarse el bronce en Duitama en el mundial del 95, detrás de Olano e Indurain. Pocos como él. Un escalador explosivo, único; un ciclista aguerrido y batallador. Así lo recuerdo. Dicen que la memoria es selectiva; la mía no es la excepción.
El 14 de febrero de 2004, un día de San Valentín, el botones de un hotel en Rímini forzó la puerta de la habitación en la que yacía su cuerpo inerte, por sobredosis de cocaína, según el reporte forense. Once años después muchos quieren recordar únicamente su miseria humana, sus defectos, sus tragedias, sus caídas y recaídas. ¿Será que esa es la forma de enseñarle un buen camino a las nuevas generaciones?, ¿o será que simplemente es la forma de ensañarnos contra la fragilidad humana, la levedad de la que hablara Kundera, en una generación de deportistas caídos en desgracia?

Sí, reconozco que su historial deportivo quedó manchado. Por supuesto;  no se trata de santificar a un pecador. Cómo olvidar, por ejemplo, la exclusión de un Giro que tenía ganado en el 99 por tener los hematocritos altos y luego todos los problemas con la coca.  Terrible. ¿Pero fue lo único?, ¿siempre fue el monstruo que hoy recrean?, no creo. Para mí, no. Me divertí viéndolo pedalear, lo admiré y lo idolatré como ciclista; luego vi cómo el hombre se derrumbó. La maldita fragilidad de nuestra especie; esa misma que no nos deja dejar a los muertos en paz. Amigos de la cicla: no es lo uno por lo otro… es lo uno con lo otro. 

jueves, 12 de febrero de 2015

No más sanciones al cemento. Pongámonos serios.


El deporte es una actividad que despierta pasiones y genera identidades; y en consecuencia, tiene que desembocar en la formación de rivalidades. Es su naturaleza. Obviamente, bajo un estricto control social que no permita  que desemboquen en acciones lamentables. Con estas características, hay unas disciplinas que por tener más impacto en la sociedad, como el fútbol,  generan permanentemente situaciones extremas; que requieren más cuidado. Ahora, si para controlar lo que el deporte genera hay que acabar su esencia, es decir,  las pasiones, las identidades o las rivalidades, eso significa que el deporte, caso concreto el fútbol, se le salió de las manos a la misma sociedad. El sábado en la noche vivimos nuevamente otro clásico antioqueño con hinchas de un solo color en la tribuna, y la verdad, fue un clásico insípido, simple.

Cuando hay problemas dentro o fuera de los estadios por partidos de fútbol, asunto que lastimosamente es cada día más común, nuestras administraciones municipales, nuestras autoridades y nuestros gobernantes de turno  muestran su experticia para  castigar el cemento y no a las personas responsables. Se volvió costumbre el denominado “cierre de fronteras”, a las barras que tienen algún comportamiento  ilegal se le prohíbe usar por algunos partidos la parafernalia con trapos, bombos y papel picado; y es muy común que se cierran tribunas y hasta que se jueguen partidos “a puerta cerrada”. Se sanciona al colectivo, se castiga el espectáculo. Al mejor estilo de la escuela cuando un alumno hace la pilatuna, y ante la imposibilidad de encontrar al culpable, la profesora deja sin recreo a todo el grupo.

Claro, en 26 años trabajando en medios y cubriendo el fútbol, siempre he visto en las tribunas a hinchas irracionales; a salvajes que se ocultan en la masa para violentar, atacar y matar; a personas decentes que no controlan sus pasiones y se transforman en delincuentes de ocasión; a antisociales que se van armados  al estadio. Terrible, sí. Inconcebible. Triste. A esos individuos, que son muchos  y cada día son más (no “unos pocos” como algunos califican a veces), es a los que se debería sancionar  y castigar.

Es un tema muy complejo, dicen a diario nuestras autoridades. Cierto. Se requiere el compromiso de todos: jugadores, directivos, clubes, medios de comunicación, aficionados, barras, administraciones municipales, autoridades; claro que sí. El problema nos cogió venta a todos. De acuerdo. ¿Entonces?, ¿nos seguimos lamentando?, ¿cerramos los estadios?, ¿acabamos el fútbol?,  ¿restringimos el ingreso solo a adultos? No seamos pendejos.


Como en el chiste viejo: organicémonos. Qué tal si desempolvamos la famosa Ley 1445 de 2011, llamada Ley del fútbol, y la aplicamos como debe ser. Qué tal si carnetizamos a los hinchas, como lo exige dicha Ley. Qué tal si el ingreso a los estadios se hace con identificador de huella. Qué tal si ponemos a funcionar las famosas cámaras de seguridad dentro delos estadios. Qué tal si  dejamos que los hinchas del otro equipo entren y controlamos de verdad. Si hay agresiones o enfrentamientos, pues apliquen la Ley; que hasta bien bonita es. 

martes, 3 de febrero de 2015

Señores del fútbol: el siglo XXI ya llegó


No es que sea una discusión de nunca acabar. Más bien, es una discusión que nunca se ha dado, o en el mejor de los casos, se ha disfrazado. La FIFA le ha tenido la puerta cerrada a las ayudas de este tipo con el argumento de que sería injusto porque en algunas regiones del mundo las condiciones económicas obstaculizan  el acceso a ella.  Argumento baladí. Injusto es que cada día veamos resultados amañados, decisiones absurdas, apreciaciones erróneas, goles con la mano y acciones ilegales que terminan siendo determinantes. No basta con las sanciones de oficio a las acciones por fuera del fair play, como la de Compagnucci en el Sub 20, que siempre son posteriores al juego; se requiere urgente que con ayudas tecnológicas se pueda intervenir directamente en el juego cuando haya acciones ilegales y evidentes.

Otros deportes como el baloncesto, el rugby y el taekwondo, por mencionar solo tres, ya entendieron que el siglo XXI es el de la tecnología, y que ésta como extensión de la capacidad del hombre tiene que significar una ayuda y no un obstáculo. El asunto es cómo sacarle provecho. Es interesante ver en el rugby cómo cuando el árbitro duda de su apreciación pide la ayuda del video para estar seguro de su decisión. Es emocionante ver en la NBA cómo los árbitros apelan al video, si hay dudas en faltas, en los valores de los lanzamientos o el cronómetro del juego. Se hace con ampliación en una pantalla gigante a ojos de todo el coliseo, en los últimos minutos del juego -que es cuando se decide el marcador-. Y es demasiado justo ver en el taekwondo cómo el entrenador puede solicitarle revisión del video al juez si duda de una de sus decisiones; con la norma de que si la reclamación no es válida pierde el derecho al reclamo por el resto del combate. Que se puede, se puede; es cuestión de voluntad y de planeación.

Ya no hay razón para que el fútbol siga ufanándose de su imperfección, “de su condición humana”, de su injusticia y de su arbitrariedad. Se requiere evolución. Y nadie está hablado de cambiar el juego, de intervenir en su dinámica, de acabar con el espectáculo o de hacer, como dicen algunos, “una cosa diferente al fútbol”. Ni el tenis dejó de ser tan emocionante y divertido con el ojo de halcón, ni el ciclismo y el atletismo perdieron su gracia con el fotofinish. Lo que propongo es sencillo y necesario: un mayor rigor arbitral, un juzgamiento más acertado; más calidad. No es mucho pedir y la solución ya está inventada. En la medicina, en la ingeniería, en el arte, en casi todas las actividades humanas, entre ellas el deporte, el ojo humano recibe ayuda tecnológica y mejora. ¿Por qué en el fútbol no?

¿Qué tal un cuarto juez que pueda revisar de inmediato si el gol fue con la mano o no?, ¿qué tal la posibilidad de que cada técnico pueda pedir la revisión de 2 jugadas por partido?, ¿qué tal que el árbitro antes de reanudar el juego por un gol dado, ante el reclamo  pueda mirar si hay o no fuera de lugar?. Se puede prestar para confusiones porque hay jugadas ambiguas, dirán algunos; cuando eso pasa en la NBA por ejemplo, cuando el video no es claro, prevalece la decisión que tomó el juez. Así de sencillo.

Es casi imposible que un árbitro pueda tomar una decisión correcta corriendo al mismo ritmo de quienes participan del juego. Señores FIFA, señores románticos: no es inequidad, no es perder la dinámica, no es dañar el juego. Es evolución. Señores del fútbol: bienvenidos al siglo XXI.  


miércoles, 28 de enero de 2015

La injusta imperfección del fútbol



El fútbol es un juego tan imperfecto que no debería llamarse deporte. Es un espectáculo injusto, que mueve masas y millones de dólares, pero que no le da garantías suficientes de equidad e igualdad de condiciones ni a quienes lo practican ni a quienes lo disfrutan. Lo cruel es que es seguramente por esto que nos atrae, nos seduce y nos gusta.

Los principios del deporte moderno entran en conflicto cuando se mira el fútbol. Que un jugador haga un gol con la mano y con él defina la participación de un equipo en un torneo, como ocurrió esta semana con el Cúcuta, no es más que un hecho accidental del juego, que se presenta porque el mismo juego lo permite. Que el árbitro, que no vio la mano, y que la dirigencia del fútbol, que sí la vieron, no hagan nada frente al hecho, “por reglamento”, es un absurdo. Se privilegia la trampa, lo que nada tiene que ver con la libertad, la igualdad y la fraternidad, principios que fundamentaron la consolidación del deporte como una práctica humana significativa en nuestra época.

Como en toda actividad humana, y como en todo deporte, la norma se queda corta ante la debilidad de nuestra especie. Siempre aparecerá alguien que intente ganar dopado, que quiera administrar lo de todos sacando provecho personal, que quiera ser el mejor haciendo trampa, que intente hacer algo ilegal. Eso lo sabemos. Lo curiosamente extraño es que en el fútbol se termine aceptando que eso es parte del juego; que quienes administran el espectáculo terminen siendo cómplices del fraude y no acepten, como en otros deportes, modificaciones de fondo al reglamento. 

Siguiendo con los ejemplos, no tiene ninguna lógica que en el fútbol el árbitro tenga que ser más atleta que los mismos futbolistas que lo practican. Tiene que correr a la par de ellos y en medio de su exigencia física sus decisiones se fundamentan en apreciaciones, es decir, en subjetividades. Además, no puede apelar a la tecnología como ayuda, como lo hacen otros deportes. Dirán algunos que esa imprecisión hace al fútbol muy “humano” y lo acerca a nuestro diario vivir, o que si se acepta la tecnología se le “cortaría el ritmo a los partidos”. Es verdad, pero no es por ello es ideal ni justo. Sobre todo cuando se juegan tantos intereses económicos y la representatividad de un pueblo.

El fútbol es un fenómeno social casi inexplicable. Lo disfrutamos, lo sufrimos, lo analizamos, y se mete en nuestras vidas; en fin, lo vivimos a plenitud. Eso no quiere decir que no pueda ser mejor, más justo, más legal y más equitativo. Se vale soñar. Es un juego imperfecto y delicioso, pero no es equitativo, y a sus manejadores no les interesa que lo sea. Solo por eso no debería ser considerado deporte.